La inseguridad y la violencia pasaron a formar parte del quehacer de la sociedad paraguaya, primando el accionar de mafias, trastornados mentales y resentidos que viven y hacen vivir bajo la estricta regla de dañar. Pese a tiempos distintos, se sobrevive bajo argumentos de poca razón, cercano a lo pre-histórico, y revanchismo extremo. Desde lo común del despojo de bienes, pasando por el “sicariato” y horrorosos feminicidios, se tiñen de sangre jornadas tan sucesivas que espantan su casi normalización. Las mismas ciudades altoparanaenses son ejemplos perfectos del actuar de viciosos y con severos problemas de autocontrol. En este tiempo el lenguaje primero es el de la violencia física, típicamente animal. Las estadísticas demuestran que el ser humano incrementa lo irracional y pasa a ser su propio verdugo. Lesiones, muertes y violaciones, engrosan reportes policiales. La barbarie no tiene justificación y no se puede plantear que problemas personales, emocionales o de dinero, deben solucionarse a balazos o arrollamientos. Es terrible el contexto social, y lo peor que no es nuevo que en la misma geografía nacional se tengan muertes de menores de edad y jóvenes por despechos de exparejas, y como elemento de venganza. La manera actual de resolver conflictos personales pasa a ser una nueva enfermedad que se contagia y se replica con alarmante periodicidad en el comportamiento humano. Parece chiste pero lo malo se propaga más rápido que lo bueno. Peligrosamente el diálogo razonable, sano y con propósito de alcanzar un acuerdo coherente, dejó de ser método eficaz para solucionar pleitos, pasando de simples entredichos a homicidios alevosos. Se incrementa el número de integrantes enfermos de la sociedad, donde no solo el sentido común falta, sino la misma espiritualidad. La existencia basada en vicios y materialismo direcciona a la concreción definitiva del caos. La violencia es la cultura generalizada. La ley del Talión regula el nuevo orden social. La relación es inquebrantable, violencia solo engendra violencia. Dejarse someter por mentes que entienden que el terror es la manera adecuada de sobrevivir, traslada al ser humano a la pre-historia. No debe seguir exaltándose atropellos a dignidades, ni violentar derechos, porque así se cree debe tomarse desquites. Y lo peor, los niños se están desarrollando en este ambiente de barbarie y copiando incluso conductas desviadas, como abusos sexuales. El ejemplo empuja tanto, que la violencia es precoz hasta en su ejercicio. Matar por matar merece el repudio no solo de gente pensante, sino de cualquier ser humano. Hasta las fieras de la selva actúan en base a instinto de sobrevivencia, no por el placer de causar daño a otro. La demencia supera niveles de espacios aceptables y no se nota mejorías. Se necesita retomar la racionalidad, la misma humanidad. Y ello se debe enseñar y vivenciar en los hogares, donde todo se genera y en ocasiones degenera. Esta involución debe remediarse con lo básico: padres ocupándose de la educación de los suyos en valores; instituciones reforzando criterios de buena convivencia y sociedad dando ejemplos de lo correcto, siendo custodia de las buenas costumbres. De la misma manera, la impunidad no puede cubrir a malvivientes, psicópatas y resentidos. La Justicia debe ajustar libertades y dejar de privilegiar a quienes no tienen visión de raciocinio. Separar del resto a quienes no tienen cordura no es ningún desatino.