El desbaratamiento de una banda de delincuentes de alta monta en el municipio de Yguazú y localidades aledañas, es algo positivo desde el punto de vista del resultado, pues al menos de momento, se corta la inverosímil racha de casi 30 atracos en la misma zona. Ahora bien, ir a lo realmente sorprendente como el hecho de que casi dos años se cometieron robos, asaltos, coacciones sexuales por la misma banda de miserables sin que la Policía haya podido frenarlos, es más impresionante que el malandraje que roba hasta cachorros. No pasa por el hecho de la visión del pesimista que solo se detiene sobre lo negativo y no pone en relieve lo positivo, pero, ¿cómo es posible que un grupo de delincuentes se haya paseado como “Juan en su casa” en la región, ultrajando a familias sin que se los detecte por tanto tiempo? ¿Por qué luego del reclamo firme de autoridades municipales y de llegar a oídos de referentes del Ministerio del Interior, se ha visto resultados? Son cuestionamientos no de resentidos, sino de quienes analizan la trascendencia que hubiera tenido romper a esta banda, antes que llegase al número de abominaciones denunciadas. La desidia de la Policía Nacional potencia despojos, imperios de las mafias y destrucción en vida de personas violentadas. La desidia es siamés de la complicidad, y esto incluye a la Fiscalía, que no tiene argumentación válida como para la extrema tardanza en hacer frente a un grupúsculo, que no tiene la capacidad de mimetismo del camaleón. La colaboración externa siempre ha sido componente de la impunidad lograda por delincuentes de la peor calaña. Y como si no fuera suficiente la motivación de aprehender, o en el mejor de los casos eliminar a sucios bandidos, algunos “investigadores” han recibido montos de dinero altísimos de la comunidad japonesa afectada, para cortar el actuar de estas ratas. Así como en la salud, en materia de seguridad la tardanza en acciones, incrementa padecimientos evitables. No se desprecia el resultado, pero sí la demora para desarticular a esta gavilla que de extraordinario solo tenía las ansias por el dinero fácil y por concretar sus bajos instintos. No precisamente son genios como para no ser encontrados, aplicando el mismo modus operandi en sus fechorías, por lo que no se puede ocultar que hubo indolencias de los órganos de seguridad. Por conveniencia o por inutilidad. Es lamentable que la inseguridad reinante en el Alto Paraná no haya sido encarada con la real necesidad, y que las acciones correctivas tengan que ser aplicadas luego que todo ya sea insostenible. La Comandancia de la Policía, la Dirección de Policía del Alto Paraná y sus dependencias jerárquicas y especializadas, deben ser sacudidas y desinfectadas de alimañas, medidas por resultados reales, no por recaudaciones para superiores. De la misma forma, las autoridades políticas no pueden seguir esperando visitas para exigir labores optimizadas, pues no tardará mucho para que sientan en carne propia lo que la gran mayoría ciudadana debe lidiar diariamente. El desinterés de las instituciones repercute directamente sobre el bienestar social.