Ante la desatención oficial, no queda más que la ciudadanía imponga su derecho y reclame lo que le corresponde. Y es esta la posición asumida por moradores de los municipios de Juan E. O’Leary y San Cristóbal, quienes ante la burla de años de autoridades nacionales, quienes prometieron el tan anhelado asfaltado del tramo que debería unir ambas comunidades altoparanaenses, se valieron de la indignación a fin de hacer escuchar su voz. Los compromisos con el pueblo no son poca cosa y menos postergables. La necesidad de camino de todo tiempo debería ser una vergüenza para cualquier referente político, pues en pleno siglo XXI, en el Paraguay siguen existiendo municipios con caminos medievales. La primera regla para fomentar el progreso es tener vías de comunicación, por lo que de tan básico no debería ser duda para nadie. Forzar al recuerdo, es menester del pueblo ante el desprecio a la palabra empeñada. No existe forma de despejarse de responsabilidades, pese a que la promesa fue de anteriores mentirosos. Esta es la receta, la presión popular, que debe tener a referentes locales firmes. Penosamente el desinterés en la ciudadanía fortalece lo de “quien no llora no mama”, por lo que la primera opción para ser notados es ir más allá del mero reclamo entre cuatro paredes. Todo lo que pida la gente deber ser motivo de real interés de sus representantes. No oír a representados ya no debería seguir siendo normal en un país donde paraguayos y paraguayas se preocupan y ocupan de su entorno. La única manera de imponer modificaciones en la estructura burocrática del desinterés en el pueblo, es que los verdaderos propietarios del poder golpeen la mesa y exijan que las motivaciones en labores legislativas y ejecutivas no se desvíen del interés general. El ejercicio del reclamo, sin violencia ni desrespeto a terceros, valida potestades y hace visible derechos ignorados. La apatía hacia lo relevante es por el silencio prolongado de comunidades que se conforman con lo poco y hasta aplauden. Si una población coincide en necesidades perentorias y sus líderes no reaccionan, no sirven. La capacidad de gestión de intendentes debe ser igualmente componente de reclamos, pues el respaldo de toda la comunidad obliga a no ceder en el lobby, independientemente a ser o no correligionario de quienes tienen la lapicera para por fin cumplir con lo que corresponde. El pueblo siempre reclama lo mismo, seguridad, salud, mejoramiento de caminos y trabajo, por lo que se nota que la falla histórica sigue, por la falta de persistencia en exigencias. La unificación de voces ayuda a que la sordera de autoridades nacionales sea atenuada y por fin se entienda que se deben al pueblo con obras y acciones, pues al fin de cuentas, lo que se pide es la reversión de dinero de la misma gente que periódicamente se entrega en concepto de impuestos.