Las corporaciones legislativas municipales comparten la triste estadística de alto presupuesto y poquísima utilidad para los genuinos intereses ciudadanos.
Es así que las Juntas Municipales solo sirven para dar tarima, salvo honrosas excepciones, a mercenarios dispuestos a proteger impunidades a como dé lugar, mientras sea provechoso para propias economías.
No es un análisis subjetivo, sino realidad visible, pudiendo tomarse como muestra cualquiera de las Juntas del Alto Paraná para corroborarlo.
Si bien poco se sociabilizan costos para sostener lamebotas institucionales, son de por sí suficientes para subir de nivel de pillos peajeros a malvivientes de guantes blancos. Nunca ha sido prioridad representar al pueblo ante el poder comunal, caso contrario no se tendría la extrema mediocridad municipal para asuntos de importancia para el pueblo.
Para quienes opinan diferente, cabrían respuestas objetivas a preguntas sobre la calidad del servicio de transporte público, condiciones de caminos, concreciones de obras de envergadura que den soluciones sustanciales, nivel de transparencia en el uso del dinero de contribuyentes, cumplimiento en tiempo y forma de obligaciones salariales y el desarrollo de programas presentados con bombos y platillos, pero hasta hoy inoperantes.
Tener a acólitos de poca monta, es similar a dirigir jaurías.
Hasta la fecha lo que se tiene en gran parte de las ciudades del departamento es la inutilidad de las Juntas y el consecuente derroche de dinero.
No se cumplen funciones y las mayorías deciden sin rubor lo que conviene a quienes lanzan zoquetes para alimentar hambrientos por dinero fácil. ¿El pueblo? Bien gracias.
Ayer, hoy, nada varió y también se confirma que no pasa por una cuestión partidaria puntual la malvivencia, ya que muchos ediles no colorados ni liberales, resultaron más bandidos.
Ser heraldos de intendentes, no conjugan con deberes y obligaciones de un concejal municipal. El control real, minucioso y de fiel custodia del correcto uso de bienes comunitarios, es una farsa, tan similar como el proyecto de asfaltado de un kilómetro por día en Ciudad del Este.
Si las corporaciones legislativas cumpliesen con cometidos, no se tendría fiascos administrativos.
Los ediles no suman para mejorar ciudades, y se alinean mayormente hacia donde sopla el viento de propinas para no ver, no escuchar, y menos hablar cuando hay robos.
La ineficiencia en servicios públicos es prueba fehaciente de lo poco útil de cámaras comunales, por lo que debe surgir una reingeniería en la integración y número de componentes. Si es para seguir teniendo circos en vez de legislativos operantes, es más que suficiente un par de payasos, antes que doce o nueve. Al menos así se podría ahorrar en dietas, viáticos e imposición de asesores planilleros. Si al final se permite todo a ejecutivos, toda vez que se pague los peajes correspondientes, sobran pillines.