
Para muchos, el matrimonio es la culminación de un sueño romántico. Sin embargo, para la actriz mexicana Salma Hayek, su boda no fue el resultado de una historia de amor planificada, sino una especie de «emboscada amorosa» orquestada por sus propios familiares. Así lo confesó recientemente en una entrevista exclusiva con la revista Glamour, donde reveló detalles desconocidos de uno de los momentos más importantes, y sorpresivo, de su vida.
El 14 de febrero de 2009, mientras el mundo celebraba el Día de los Enamorados, Hayek fue llevada por sus padres, su hermano y otras personas cercanas al registro civil de París, sin saber que allí la esperaba su futuro esposo, el empresario francés François-Henri Pinault, y un juez de paz. La actriz, que en ese momento ya tenía una hija con Pinault, no tenía idea de que se casaría ese día.
«No sabía que me iba a casar. Fue como una intervención. Mis padres, mi hermano… todos estaban allí. Me metieron al auto y me llevaron al juzgado», relató Hayek. «Tenía una fobia terrible al matrimonio».
Según explicó, el miedo al compromiso formal venía de mucho tiempo atrás, y aunque mantenía una relación estable y feliz con Pinault, no podía concebir la idea de casarse oficialmente
A pesar del shock inicial, Hayek reconoció que con el paso del tiempo logró reconciliarse con la idea del matrimonio e incluso comenzó a disfrutar de lo que ello significaba para su familia. Meses después, la pareja celebró una segunda boda más tradicional y lujosa en Venecia, Italia, esta vez con invitados del mundo del espectáculo, la moda y la política internacional.
Hoy, catorce años después de aquel inesperado “sí, acepto”, Salma Hayek se muestra feliz y orgullosa de su vida familiar. Junto a François-Henri Pinault, CEO del conglomerado Kering, comparten la crianza de Valentina Paloma, su única hija en común, además de convivir con los tres hijos que Pinault tuvo en relaciones anteriores.