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Aumentos para improductivos y chantajistas

En los últimos días ha sido objeto de vehementes discursos y quejas el incremento que recibirán los del Congreso Nacional, así como los del Poder Ejecutivo, mediante el benefactor Jefe de Estado Santiago Peña, justificándolos y luego diciendo que fuera extorsionado por sus propios correligionarios.

Considerando que la improductividad legislativa y ejecutiva para asuntos de relevancia poblacional es tan marcante como lamentable, no pareciera ajustarse a derecho ningún aumento.

No lejos de la inoperancia, cabe recordar que el dinero para viáticos, sueldos, y demás premios inmerecidos, salen de los bolsillos de la ciudadanía, por lo que debería interesar medianamente más la producción de legisladores, encargados ministeriales y del mismo Presidente de la República.

La pobreza intelectual, de patriotismo, de interés hacia el pueblo, son características de las corporaciones legislativas existentes en el país que no ayudan en nada a cumplir con su deber o papel, por lo que resultan verdaderas cargas para el Estado, es decir para el pueblo.

No puede seguir siendo minoría gente de bien en estamentos de decisión y legislación.

Los legisladores reciben un extraordinario salario del Estado, además de beneficios como la inmunidad que se ha convertido en elemento de impunidad, sin que existan méritos verdaderos que justifiquen los emolumentos.

Un legislador, del ámbito que fuere, debe cumplir con funciones de contralor y generador de leyes, normas, proyectos que beneficien al Paraguay, al departamento o a la ciudad. Pero se sigue teniendo a representantes del vyroreí, del negociado y de la miserabilidad. Acrecentándose ahora notoriamente un Mandatario flojo, o que tal vez toma la posición de víctima para no quedar tan mal ante la opinión pública. Ñembo pobrecito ante iguales chantajistas.

Para incrementar esta triste y penosa realidad, toca llamar honorables  a quienes salidos de la sala de sesiones se convierten en tristes personajes que haciendo alarde de su condición, tienen actitudes desatinadas y bochornosos espectáculos.

La ciudanía ha elegido a todos ellos, bien o mal, a través de sus votos, y fruto de las listas abiertas. Pero se agrava la culpabilidad cuando se asume una postura de desinterés, aceptando la desidia como normal.

La apatía de los legisladores para cuestiones de beneficio general, es también consecuencia de la apatía comunitaria, que muestra enojo en lo particular y luego olvida.

Mientras no exista exigencia tampoco habrá respuestas esperadas. Hay mucha pereza para asuntos de relevancia social, pero extrema agilidad para beneficio del grupo del poder.

La austeridad solo es para educación, salud y seguridad.

Respectivas necesidades y conveniencias siguen siendo verdaderos propósitos, o mejor despropósitos.

Y como se pudo notar, no ha sido exclusividad del Partido Colorado esta realidad, sino un mal compartido  de toda la clase política que ha accedido a cargos electivos.

Toca construir un cambio de actitud, frente a tanta mediocridad oficial que no es nueva, sino repetida, periodo tras periodo.

El pueblo tiene autoridades que merece, y si todo esto es permitido, los méritos son apropiados.

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