Los peores vicios de la democracia están basados en la despreocupación de los propietarios del poder en que impere lo correcto en las gestiones de la cosa pública, y lógicamente en la elección de corruptos e incompetentes como autoridades.
Los “padres” de las criaturas llamadas intendentes municipales son los ciudadanos, por lo que las responsabilidades están especificadas del por qué todo sigue igual o peor. Cuando se tolera el despilfarro de los recursos de las comunas en nimiedades como farras para complacer amigos, hermanos de logias y socios comerciales, se fomenta la mediocridad institucional en detrimento de la generalidad, por lo que no tiene mucho de sentido común seguir en la misma práctica de aplaudir a propios verdugos. Por la desvergüenza se alardea de buena gestión cuando en la práctica lo que se tiene es un pueblo desinteresado en su misma suerte.
Los principales municipios del Alto Paraná comparten manejos erráticos y malvivientes. Corrupción e incompetencia. Esta coincidencia es un llamado de atención, pues no se genera espontáneamente a mediocres intendentes y concejales.
No se debe seguir en la misma temática de optar por aves de rapiña como custodios de lo que pertenece a todos, salvo que se desee padecer. Una experiencia es suficiente para medir verdaderas capacidades e intenciones de quienes se mostraron como mansos corderos pidiendo el manejo de comunas, pero resultaron ser voraces lobos. Más de lo mismo, sin términos medios.
La inmoralidad pareciera se hizo regla en instituciones municipales de la región, por lo que antes de mejorar las condiciones generales de distritos, lo que se logró hasta la fecha es optimizar buen pasar de los allegados al poder, con la complicidad silenciosa de los afectados, el pueblo.
Es fácil culpar a los protagonistas obviando que el ciudadano es el director de la tragicomedia.
El pueblo tiene a las autoridades que merece, siendo esta una regla inquebrantable.
Comprender que se es definitivamente enfermedad y medicina a la vez, podría ayudar a mejorar contextos de manejos en administración pública. Si un exponente del poder no está al nivel de la honorabilidad y capacidad requeridas, pues son sacados sin pena. Si un edil no representa los intereses genuinos del pueblo, se lo reemplaza y se lo castiga. Todas estas acciones planteadas están contempladas dentro de los derechos y deberes ciudadanos, arropados por normas. La culpa es propia por el estado actual de las cosas. Se permite todo lo nefasto.
Este análisis debe hacerse personal y comunitario, asumiendo consecuencias de actos fuera del interés general. La podredumbre prolifera por la tolerancia de la inmundicia.
No se han cumplido con compromisos, y ello es determinante para evaluaciones de gestiones. No hubo celoso custodio del dinero de la gente y ni siquiera se alcanzó lo mínimo de acciones para corresponder con lo que se necesitaba en las ciudades.
Si todo esto pasa sin percepción, no solo se perdió el olfato para percibir el hediondo aroma de piaras, sino la visión y la capacidad de discernir. Repetir fiascos no es de un pueblo medianamente inteligente y deseoso de tiempos mejores.