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Dar prioridad a la prioridad

Es irracional la práctica de utilización del dinero del pueblo en insignificancias, como si los recursos sobraran y no existieran necesidades perentorias.

Paseos turísticos solapados con viajes para burdas premiaciones pre-pagadas, recorridos para autobombo con programas que ni siquiera salen de los papeles,  rehabilitaciones de obras, adornos en espacios públicos, son algunas de las formas de desperdiciar dinero de los contribuyentes, antes que en acciones que en verdad son requeridas hace años.

Festejos con caviar, salmón y bebidas, siempre han sido propuestas de autoridades de organismos y entidades del Estado, pero con dinero de la gente. La austeridad solo se da para proyectos que buscan mejorar condiciones de salud pública,  educación y asistencias sociales.

Sigue primando el desinterés hacia ámbitos que la ciudadanía espera gestiones.

No hay memoria reciente sobre la utilización correcta de los recursos del Estado.

Los encargados de instituciones municipales creen que los bienes comunales son para satisfacer propios desenfreno y vivir en opulencia. Se desperdicia el dinero del pueblo cuando antes que invertir, se gasta en cuestiones innecesarias y se deja de lado puntos fundamentales que en verdad  requieren todos los recursos disponibles.

No se da prioridad a la prioridad del ciudadano, fruto de ello es que en los hospitales faltan camas, especialistas, terapias, estructuras, medicamentos.

Utilizar millones de guaraníes para recorridos o paseos es una afrenta para todos.

La educación pública con carencias de décadas, también debería ser prioridad antes que luces y plástico.

No es que no se recaude lo suficiente en materia de impuestos y  tasas, sino que prevalece el mal uso que se hace con los mismos, destinando mayormente lo obtenido de la gente para propios beneficios y dando migajas al pueblo.

Las necesidades abundan en el país, en el departamento y primordialmente en la ciudad, por lo que es una cadena el desperdicio del dinero.

Argumentar que no se puede hacer mucho  con el presupuesto actual, pero no medir gastos, habla muy poco de una correcta administración.

Un buen administrador anticipa prioridades y desecha nimiedades, no gasta en estupideces que no son urgentes. Y lógico no roba. Cada centavo mal utilizado atenta contra los ciudadanos.

El derroche permite la buena vida de algunos parásitos, malvivientes de la cosa pública.

No se puede seguir tolerando y mucho menos aplaudiendo el incorrecto uso de los bienes, por lo que es momento de cortar con el derroche y exigir a quienes tienen el aval del manejo que cumplan con deberes sin salirse de los marcos prioritarios, verdaderamente prioritarios.

Es suficiente el derroche y al menos el resto de patéticas administraciones municipales, se debe minimizar negociados e impulsar sustanciales acciones para beneficio general.

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