Todo deber nace de cuestiones naturales, que son propias del ser humano, por lo tanto el mismo término implica que nazca de la consciencia. Sin embargo las desviaciones han representado que desde la palabra empeñada, hasta de consignas morales sean menospreciadas, al punto de obligar institucionalmente a que se los cumplan.
En el marco legal paraguayo, un deber es una responsabilidad moral o ética que una persona tiene hacia otras, hacia la sociedad o el Estado. No siempre tiene un carácter legal, pero puede estar establecido en normas jurídicas. Por su parte, una obligación es un vínculo jurídico que une a una persona con otra, por el cual está compelida cumplir una determinada prestación acordada. Las obligaciones pueden surgir de contratos, leyes, sentencias judiciales, entre otros.
Según el Código Civil Paraguayo, un deber puede convertirse en una obligación cuando: “Está establecido en una ley o norma jurídica; es asumido voluntariamente mediante un contrato o convenio; es impuesto por una sentencia judicial.”
Cuando un deber se convierte en una obligación, su incumplimiento tiene consecuencias legales, siendo el caso de la denigración del deber natural de alimentar a los hijos.
Todo deber incumplido tiene efectos nocivos en diversas áreas de la vida, incluyendo la económica, emocional y social.
El deber alimenticio se refiere a la obligación legal y moral de proporcionar sustento y apoyo económico a los familiares dependientes, especialmente hijos, siendo nada más que extensión de la esencia de ser hombre.
Cuando no se cumple con el más básico de las características humanas, se construye pobreza y privación, pues la falta de apoyo económico empuja a necesidades básicas como alimentación, educación y salud.
El abandono económico, mayormente de los padres para con sus hijos, genera sentimientos de abandono, inseguridad y baja autoestima, que dificultan crecimiento normal de los vástagos, siendo la nefasta herencia de irresponsables y miserables.
Los conflictos de pareja nunca pueden ser elemento de autojustificación para no cumplir con el deber que pasó a ser obligación, justamente por esa visión de mezquindad y desinterés con los de la misma sangre.
Las cifras mostradas sobre el altísimo nivel de incumpliendo del deber alimentario, no son más que reflejo de la degradación masculina, que no tiene el interés que su propio hijo pueda desarrollarse al menos con lo suficiente de comida. Ni siquiera se menciona la carencia de atención y amor que también deberían ser naturales.
No ser lo suficientemente hombres para cumplir con lo expuesto, también se traslada a otros incumplimientos como la honestidad y la integridad.
Las multas y sanciones financieras, solo son cuestiones teóricas y no en todos los casos quienes deben estar en la prisión por no hacer lo que todo papá debe lo están, mostrándose un alto grado de impunidad vigente, lo que explica en gran parte del por qué los números que colocan al Alto Paraná en el sitial de preferencia en ello.
Es importante tomar en serio el mal, principalmente en los casos donde los padres no necesariamente tienen pobreza material, sino moral.