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Detenida desafía al obispo y dice que congregación de monjas no es “mau”

La Congregación no está reconocida por la Diócesis y las “monjas” desafían al obispo.

Pese a que el monseñor Pedro Collar ratificó la decisión de su antecesor Guillermo Steckling, que por decreto episcopal Nº 19/21, ratificó que la congregación «Hijas de Nuestra Sra. de Caacupé» no está reconocida como tal y que sus miembros tienen prohibido el uso del hábito, la detenida Olga Bogado Cubas, que se hace llamar “hermana María Milagros”, desafió esa decisión y aseguró que sí son religiosas católicas. Por otro lado, la Fiscalía pidió reserva de actuaciones en la causa.

La mujer fue detenida en Luque, en el marco de la causa por trata de personas que investiga la fiscal Vivian Coronel. De acuerdo a la imputación, se hacían pasar por religiosas para captar a menores de edad y mantenerlas en régimen de servidumbre y de trabajo forzado. La supuesta madre superiora, Rufina Salinas Acuña, está prófuga y con orden de detención.

Las “religiosas” dicen ser de la congregación “Hijas de Nuestra Señora de Caacupé”, pero la misma no está reconocida por la Diócesis de Ciudad del Este desde el año 2021. Sin embargo, Bogado Cubas dijo que sí es una comunidad que se adecua a los mandatos de la iglesia católica y que solamente estaban en un proceso de adecuación, que fue sugerido por el obispo.

Insistió la misma que el hábito “es una segunda piel” y que no es fácil despojarse del mismo, pero que si no fueran monjas reales no serían recibidas como tales en los templos católicos donde participaban de los oficios religiosos. La comunidad estaba situada en el Km 14 Acaray de Minga Guazú, donde llevaban a las menores captadas y luego las trasladaban a la ciudad de Luque, donde vivían un verdadero calvario, de acuerdo al relato de las víctimas.

“Yo no sé porque dicen eso, me duele, viniendo de esa niña que era una de mis preferidas, porque tres adolescentes estaban a mi cargo. En Luque es una casa de formación, donde una de las jóvenes fue y ya quiso quedarse, imploró para no volver”, explicó la procesada, quien dijo no saber nada del paradero de Salinas Acuña.

Una de las procesadas en el caso está detenida y se pidió reserva de actuaciones al Juzgado.

RESERVA DE ACTUACIONES

Con base a la declaración de una de las víctimas de trata de personas con fines de explotación laboral, se realizaron allanamientos en simultáneo en Minga Guazú y Luque, que resultaron en la aprehensión de Bogado Cubas y la incautación de numerosas evidencias. A partir de ahí aparecieron más víctimas que entregaron mucha información a la Fiscalía.

Ante esto, la fiscal Coronel pidió reserva de actuaciones, ya que hay elementos que son vitales para llegar a una acusación contra las primeras procesadas y también  para llegar a más involucrados en el caso. La fiscal tiene la finalidad de guardar y cautelar las actuaciones que se vienen realizando dentro de la investigación.

“Con la reserva de actuaciones, el fiscal tiene la finalidad de guardar y cautelar las actuaciones que se vienen realizando dentro de la investigación y esta causa requiere eso. Tenemos mucha información, muchos datos que van surgiendo, mucha gente que contacta con nuestra unidad para proporcionar testimonios, denuncias y todo”, explicó la titular de la investigación.

LOS ANTECEDENTES

En una de las denuncias, la víctima contó que fue llevada al lugar donde supuestamente operaba la congregación, en el Km 14 Acaray de Minga Guazú, a unos 2.000 metros de la ruta PY02. Allí permaneció durante ocho días antes de ser trasladada el 27 de marzo de 2023 a otro sitio llamado Casa de la Reina de la Paz, situado en las calles Florida y Laureles del barrio Molino de Luque, supuestamente para recibir formación como novicia religiosa.

Sin embargo, la menor fue sometida a servidumbre y trabajo forzado por Olga Bogado Cubas, quien presuntamente la maltrataba física y psicológicamente. Supuestamente la abofeteaba, le golpeaba en la nuca y le obligaba a besar el suelo hasta cien veces.

Siempre de acuerdo a la denuncia, cuando no cumplía en forma con sus tareas, la agresora la castigaba poniéndole basura en la cabeza o arrojándole trapos de cocina que luego debía lavar, a veces hasta altas horas de la madrugada, dejándole los dedos irritados. Además, la golpeaba con cable de acero y espátula, la insultaba y la obligaba a hacer tareas domésticas desde tempranas horas.

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