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El aletargo del liberalismo

El Partido Liberal Radical Auténtico viene experimentado una tremenda crisis hace años, no por fuerzas externas, como algunos como el renunciante senador Eduardo Nakayama quieren hacer creer. Históricamente existieron y existirán quienes ofertan dinero por alquilar conciencias.

El eterno internismo ha llevado al PLRA solo a ser figura de los medios de comunicación por la jauría en que se convierten  en forma constante por los zoquetes.

No hay interés en defender los ideales partidarios, sino ocupar espacios desde donde se pueda seguir con el esquema de negociar acuerdos, votos y cargos. Al menos la mayoría de las muestras dadas lo confirman.

Las ansias por obtener beneficios estatales han desnudado verdaderos ideales de dirigentes partidarios, que prefirieron ocuparse de intereses propios antes que trabajar por mejorías ciudadanas, incluso a la de su misma agrupación política.

El “alquilable” no es corrompido por nadie, pues su conducta es coquetear con el fin de alcanzar un mejor precio por su devaluada dignidad.

La falta de integridad de muchos de los referentes sí es el motivo por el cual el descrédito hacia el liberalismo se incrementó en varias zonas como el Este, donde la práctica de sus afiliados en estamentos de relevancia, eran contrapuestas con sus ideales.

No fueron políticos de verdad los que han sumado en contra del partido, sino mercenarios que se valieron de la organización política para expandirse en el negocio de ventas de silencios desde legislativos nacionales, regionales y municipales.

El enanismo de la moral y patriotismo es posición personal, por lo que culpar al prestamista por ir a rogar por dinero, no precisamente es objetivo, sonando más a excusa y la posición de quienes no tienen la capacidad de reconocer defectos y menos para corregirlos.

Es de lógica básica, que las divisiones, la falta consenso en el Partido Liberal sobre temas de mucha relevancia, tengan la consecuencia de falta de protagonismo, haciendo normal su debilitamiento.

La dispersión liberal gira en torno a mezquindades propias.  Un partido político en constante interna no es garantía. El liberalismo aletarga por inconductas.

Es natural la divergencia, pero no al punto de anteponer codicias personales sobre el interés partidario general.

La hipocresía sigue siendo la forma de vida de muchos que expresan patriotismo, pero viven en la mediocridad de vidas que apuntan a obtener lucro. Los que exigen plata a cambio de dar quórum, los que tienen cuentas pendientes con la Justicia y piden impunidades para apoyar o rechazar proyectos, no son víctimas del cartismo, sino cómplices de la malvivencia que contaminó a la mayoría de la clase política paraguaya y que a cada tanto intentan esconder sus inmundicias señalando la paja en el ojo ajeno.

Creerse mejor que otros y condicionar sobre pena de irse, no es más que película repetida de ansiosos por ser cacique siendo “raso” electoralmente hablando.

El reflejo del PLRA para la ciudadanía es tenue, y mientras no se dé el protagonismo de gente íntegra en los liderazgos, el esquema sostenido por inmorales seguirá destruyendo al partido.

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