Pese a que año tras año se emprenden campañas masivas con el propósito de inmunizar al mayor número posible de niños y adultos, contra patologías prevenibles por vacunas, en muy pocas veces, o casi nunca, se logra salir de las bajas coberturas.
No llegar a parámetros adecuados es un fracaso, que no solo evalúa labores institucionales sino que coloca en riesgo a toda la población ante enfermedades graves e incluso dolencias ya erradicadas.
No es poca cosa no lograr cubrir con inmunizantes en el nivel óptimo, y pese a que para muchos poco importa, es sumamente preocupante, teniendo en cuenta que se abren posibilidades a presencias de patologías erradicadas.
A nivel Alto Paraná y conforme a los datos proporcionados por el Programa Ampliado de Inmunización, se cerró el 2023 con un 71% de cobertura general, pero quedando varios biológicos para la población infantil con baja cobertura.
Se agrega que en lo relacionado a los inmunizantes contra el Covid-19, el alto rechazo persiste y hace que ya no permitan que otras vacunas sean aplicadas en los recorridos casa por casa. Mientras que para los esquemas propios, como BCG, Hepatitis Pediátrica y otros, no se superó el 62% de cobertura, y los inmunizantes contra Neumococo, Varicela y SPR solo alcanzaron el 63% de cobertura. Para los menores de un año de edad se tuvo un 80% de cobertura, mientras que el refuerzo a los 18 meses solo se logró alcanzar el 50%.
Estos datos confirman sendos fracasos y periodo tras periodo se suceden acciones buscando revertir la pobre cobertura en vacunación.
Primordialmente el problema de la baja cobertura pasa por la falta de apoyo efectivo del Ministerio de Salud Pública, pero fundamentalmente la culpabilidad mayor recae sobre los hombros de los padres, quienes tienen la obligación natural de buscar evitar que sus hijos sufran los embates de enfermedades que en el mejor de los casos pueden dejar secuelas de por vida.
En pleno siglo XXI, la ignorancia consentida y la creencia en cualquier cosa menos en la ciencia, siguen permitiendo padecimientos innecesarios. Hay personas que creen que echando antenas repetidoras de señales utilizadas para comunicación inalámbrica se salvarán de ser zombies al servicio de los Illuminati.
Es inconcebible que habiendo todas las posibilidades para vacunar en todo tiempo y en forma gratuita, irresponsables progenitores prefieran eludir obligaciones y luego, a la hora de la aparición de las dolencias, zapateen exigiendo plenas atenciones médicas, y culpando al Gobierno por carencias.
La conciencia consecuente del paraguayo es altamente dañina y es el factor originador de realidades lamentables con la reaparición de tremendas enfermedades altamente contagiosas. Y para colmo, eventuales decesos o enfermedades atribuyen a vacunas, cuando ni siquiera completan los esquemas básicos.
Negar que sus respectivos hijos sean inmunizados por cuestiones ideológicas o religiosas, ayudan que de posibilidades se pasen a tristes realidades.
Asumir estas responsabilidades, tanto del Estado en el apoyo eficaz a esta lucha de llegar a todos los niños, jóvenes y adultos, irremediablemente dará sus frutos, y los resultados estarán a la vista.
El rol obligatorio de buscar la salud del niño es un deber innato del ser humano, pudiendo culpar al Jasy jateré por males como excusa para cubrir mentalidades cavernícolas, pero no sirviendo para nada. La vacuna salva vidas y a lo largo de los siglos se ha confirmado que la prevención es lo correspondiente, no la posición de disparateros que prefieren creer en imbéciles y tiktokers antes que en quienes dedicaron sus vidas a las ciencias.