La memoria es requisito indispensable para todo pueblo que desea perdurar en autodeterminación y cultura. Y en honor a los más grandes héroes de la historia paraguaya, es justo rememorar episodios del pasado para no dejar fuera del propio gen, el cimiento de este acontecimiento excelso que se recuerda como día del Niño.
Apelando a relatos de lo nefasto, “un 16 de agosto se produce la heroica batalla de Acosta Ñu”.., donde a falta de soldados, niños se disfrazaron de guerreros, no precisamente como pintan textos escolares, pero si con todo lo que caracteriza a la valentía sin parangón en la humanidad. “Seis horas resistieron las cargas de la pesada caballería brasileña, que sin lo más mínimo de honor acabarían incendiando el campo de batalla con sus oponentes infantiles”, agrega parte de la historia de ese evento de la cobardía de la Triple Alianza.
Juan José Chiavenatto, uno de los que retrató en texto la mayor ignominia americana, resaltó, “los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando para que no los matasen. Pero eran degollados en el acto”. El Conde D´Eu, sin dudas mostró cuan sádico puede ser un misógino, mandando incendiar la maleza, matando quemados a los niños y a sus madres, así como hospitales de campaña con enfermos en sus lechos. Son parte de relatos dolorosos, que no deben ser olvidados, siendo parte de la historia nacional.
La historia que cuenta como antecedente a esta celebración, está mezclada de sangre, dolor, coraje, valentía sin igual. La expresión más alta de patriotismo. El día del niño es un homenaje justo a menudos actores de la intrepidez, que ofrendaron sus vidas por sus madres, por el honor de la sangre de sus padres y por su amada tierra.
Si bien en este tiempo, lejos de esa cruenta abominación de la cobardía, se sigue teniendo niños mártires combativos, ya sin remedos de armas o uniformes militares, pero con feroces enemigos enfrentados en el día a día. Niños y niñas abandonados a su suerte, con padres irresponsables, abusadores, y desinteresados. Crueldades de la pobreza, sometimiento de la ignorancia forzada por pobrezas materiales y de la falta de acceso a mejores oportunidades, arruinan inocencias y futuros de quienes merecen no solo la felicidad terrenal.
Y para confirmar escenarios bélicos cercanos, los semáforos siguen con precoces en medio de rodados intentando ganarse la vida, con sueños rotos al igual que sus calzados, vestimentas y pieles curtidas por la intemperie. Desprecio paternal, desinterés social, inacción institucional. Hijos de la vida dura, de la infancia truncada, de pocas sonrisas.
Quizás el desconocimiento genere un caparazón de dureza en mentes y corazones, que no permita visualizar el duro ayer del Paraguay y el triste presente de muchos. Este día debería ser propicio para que toda una sociedad pueda considerar la real dimensión de lo que implica un niño, una niña.
Los niños son el vivo futuro en el presente, la oportunidad de cimentar una realidad mejor, siendo obligación general encaminarlos a ser ciudadanos útiles para la sociedad, con alto sentido patriota y de valores humanos. Ya no deben prevalecer padres verdugos de propios vástagos. La desidia y la ignorancia truncan mejor futuro. Ya no muertos en vida por la falta de cariño, de atención y dedicación.
El día del niño está no solo para participar de actos donde reciben algunos dulces y juguetes, sino para hacer un análisis de conciencia entre los adultos y evaluar qué se está haciendo para revertir errores contemporáneos y de anteriores generaciones que los desamparan. Garantizar la felicidad de los niños es deber natural de los adultos.
Retomar deberes naturales fundamentales de progenitores y de la sociedad, es manera de honrar la memoria de los héroes y dejar huellas que serán traspasadas de generación en generación. Comulgar no solo en deseos, sino en acciones para permitir un mundo mejor, donde las sonrisas de los menudos sean constantes, será la base del mañana esperado por todos. Ocuparse de formarlos y guiarlos en honestidad, cariño, valor y fe, tiene significancia real en la construcción de una sociedad mejor, siendo la mayor herencia que se puede dejar.
La dicha sigue siendo simple para los pequeños y un gesto de cariño, una advertencia o un reconocimiento sirven para toda la vida, no solo para un momento.
Valoremos la sangre derramada por miles de niños y adolescentes, cuyos gritos de dolor siguen retumbando en lágrimas de menores olvidados y lastimados en este tiempo y en la misma zona.
La custodia de la niñez es igualmente compromiso principal del Gobierno, con lo que evitar cualquier presión que degenere la inocencia y la sexualidad, es innegociable. Desde el Diario Vanguardia, saludamos a los niños y adolescentes del Paraguay, abogando por el fiel desarrollo de sus Derechos, bajo la consigna de formar héroes y ya no mártires.