Cada 21 de febrero, el mundo conmemora el Día Internacional de la Lengua Materna, una fecha proclamada por la UNESCO para promover la diversidad lingüística y el multilingüismo.
Para el Paraguay, este día tiene un significado especial, o al menos debería tenerlo, ya que somos una de las pocas naciones bilingües de América Latina donde el guaraní, una lengua originaria, comparte estatus oficial con el español.
Pero más allá del reconocimiento constitucional, la realidad del bilingüismo nacional enfrenta serios desafíos que exigen un compromiso más profundo de la sociedad y lógicamente de los referentes del Estado.
El guaraní, hablado por la mayoría de la población paraguaya, ha resistido siglos de discriminación y ha logrado mantenerse vivo en el habla cotidiana, pero su presencia en espacios formales sigue siendo limitada. A pesar de los esfuerzos por integrarlo en la educación, sigue habiendo una brecha entre la teoría y la práctica: en muchas escuelas, el guaraní es enseñado como una materia sin relevancia, secundaria y no como una verdadera herramienta de aprendizaje. Esto, sumado a que en varias zonas la falta de materiales didácticos adecuados y a la insuficiente capacitación docente, desvirtúan la importancia de la educación igualitaria en ambas lenguas. De la misma manera, en las universidades no existe interés genuino en impulsarlo desde el contexto terciario, con lo que se suma, pero en contra.
Esta fecha también llama a reflexionar sobre las actitudes ciudadanas hacia el guaraní. Aún persisten prejuicios que lo asocian con lo “rústico”, lo “informal”, lo “valle”, reforzando la idea de que el español es la lengua de la educación, el trabajo y el progreso.
Esta percepción limita las oportunidades de los hablantes nativos de guaraní y reduce las posibilidades de que la lengua se desarrolle plenamente en todos los ámbitos de la vida nacional.
Para que el guaraní sea una lengua materna realmente fortalecida, es fundamental avanzar en políticas públicas más efectivas, como la implementación de una educación bilingüe de calidad, con metodologías adecuadas y una mayor producción de contenidos en guaraní en los medios de comunicación, la tecnología y la cultura.
Es clave promover un cambio de visión en la sociedad, donde el bilingüismo no sea considerado como un obstáculo, sino como una riqueza que nos define como paraguayos. El idioma guaraní no es sinónimo de poco conocimiento, como se ha intentado vender por apátridas y colonialistas que hasta la fecha llaman de “guarangos” a incultos.
La fecha debe ser un recordatorio de la tarea pendiente. Honrar nuestra lengua materna es defender nuestra identidad y garantizar que las futuras generaciones crezcan con el derecho de expresarse plenamente en guaraní y español, sin que ninguna de las dos sea vista como inferior.
La diversidad lingüística es una fortaleza, y en el Paraguay se tiene el privilegio y la responsabilidad de demostrarlo.