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El dinero público no es para farras

A días de cerrarse el año se vienen desarrollando eventos festivos en instituciones del Estado, donde la opulencia es la consigna. Generosos manjares y nutridas canastas navideñas para funcionarios y allegados, son típicos.

Todo esto pasaría desapercibido, pues es tradicional, pero en tiempos donde supuestamente la consigna es la optimización de recursos públicos y recortes, el derroche no corresponde.

Existe un contrasentido cuando se utiliza dinero público para farras, mientras las necesidades de ciudadanos se han incrementados, así como la falta de trabajo y la inseguridad.

De esta realidad son conscientes todas las autoridades de entes e instituciones, que en discursos de asunción han renunciado categóricamente al despilfarro de dinero. No obstante, son los mismos directores, gerentes, administradores de organismos y entidades estatales, que propician cenas o almuerzos de despedida de año que no se apiadan de la penosa pobreza del pueblo. Nadie está obligado a vivir como pobre porque otro carezca de condiciones económicas, pero sí, al tratarse de autoridades están compelidas a mesurar  cualquier ostentación que sea afrenta a aquellos que no tienen ni siquiera para comprar un pan dulce.

El gasto excesivo en asados o bebidas, en canastas navideñas con lo mejor que existe en alimentos de época, son verdaderos gastos superfluos para instituciones del Estado que dicen atravesar por precariedades.

El querer agradar a amigos del estamento que fueren, no son más que adulaciones de gente que buscan el reconocimiento de labores con regalos o dádivas pagadas con dinero ciudadano.

La necesidad material de familias enteras, no puede experimentar manotazos de la clase más pudiente que desperdicia dinero y comida.

El no interesar esta disparidad de realidades, es una falta grave para la pobreza de nacionales que sueñan con una realidad más justa y menos dolorosa.

Muy próximo a las fiestas, la principal atención de administradores estatales debe ser la asistencia a quienes son menos favorecidos. Es sumamente injusto que en miles de hogares tengan que conformarse con esperar milagros de mejores tiempos  o más concretamente la solidaridad de personas con buen corazón para paliar momentáneamente carencias.

De la misma forma, como ciudadanos no se debería aceptar estas incoherencias de argumentar falencias económicas para trabajar enserio por mejorar la educación, salud, asistencia alimentaria, y en contrapartida gastar millones en cestas navideñas para parejas, amantes o políticos, o repetir fiestas con dinero de cada paraguayo.

Dar muestras que existe una racionalidad e equilibrio en el manejo de la cosa pública, será una buena manera de mostrar mejorías en gestiones institucionales.

El reconocer y buscar paliar las necesidades del prójimo es una cuestión hasta bíblica, por lo que el derroche solo genera una innecesaria agresión a la pobreza material de la gente.

El país no está en condiciones de seguir desangrándose por culpa de unos cuantos cepilleros profesionales  y generosos  con el dinero ajeno.

Todo lo que se solvente con dinero público, debe tener un fin de interés general.

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