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El Partido Colorado tiene la obligación de no repetir fiascos en gestiones oficiales

La realidad de la Asociación Nacional Republicana, con sus 136 años de fundación, va más allá de victorias electorales, siendo fundamental ser analizada su desnaturalización progresiva en principios.

El sector político sigue  dividido en dos frentes, tan antagónicos en discursos, pero sumamente cercanos en propósitos de acumular poder político y económico. Dispares en torno a liderazgo e imposiciones, pero muy afines en lo incorrecto.

Hay murmuraciones en las bases por la falta de espacios y el cumplimiento de promesas, que si bien no se demostró con fuerza aún, la tolerancia disminuye notoriamente.

El Partido Colorado está dividido en sus estructuras, pese al sometimiento casi pleno de dirigentes que esperan mantener privilegios y acceder a más cupos a cambio de lealtades.

Pese a resultados positivos sucesivos, siempre hay más dudas que certezas, por inicios de nominaciones no precisamente de las más valoradas.

La dirigencia siquiera fue capaz de hacer una autocrítica, pues todos quienes opinen en contra, pueden sufrir denuncias.

Al menos hasta el momento, y puntualmente en el Alto Paraná, lamentos son escuchados de bases coloradas que siguen esperando el mismo esquema de bendiciones, pero que solo llegan para unos pocos privilegiados, apadrinados no precisamente por los líderes regionales.

Se debe despejar de liderazgos ególatras, de soberbias, y mezquindades, que hacen de muchos de la misma ideología preferir quedarse en sus casas que operar en favor de gestiones que tienen como referentes a colorados.

Solo tener en discursos el criterio de unidad dentro de la ANR, pero en acciones proponer persecuciones y revanchismos, no precisamente suma para el fortalecimiento de la organización política.

No hay que perder de vista experiencias e incoherencias en quienes se atribuyen dirigencias, puede marcarse como uno de los tantos motivos por el cual hoy tejen descontentos y rencores. La llanura fue construida con estos elementos.

Es justo reconocer que existen integrantes del sector que quieren realmente desterrar los viejos vicios y prácticas no adecuadas de la agrupación, pero penosamente con poco o nulo espacio.

Bien o mal, el Partido Colorado es sumamente importante en la construcción de nuevos tiempos. Sin embargo, en las actuales condiciones no se da garantía de que el deseo sea precisamente el estar mejor para la mayoría.

Una organización política que va rompiendo propias reglas, no para modernizarse, sino para amoldar deseos y caprichos de referentes, no podrá emprender renovación alguna. Son los mismos de siempre los que rodean a los del poder, siendo los mismos que se benefician por apuestas del pueblo en el mismo signo político.

El coloradismo, al no fomentar el surgimiento de nuevos líderes que se esfuercen por apuntalar la reivindicación del sector, seguirá con la deuda histórica con el país.

Quienes tienen el poder partidario deberían trabajar por fomentar diálogos y de ahí construir acciones positivas conjuntas que favorezcan verdaderamente a todos.

Un partido político con miembros visionarios y con altos principios patrióticos, sumará en la rectificación de rumbos para la edificación de tiempos mejores para paraguayos y paraguayas. La historia del coloradismo es igualmente rica en líderes que no claudicaron en el compromiso de representar los genuinos intereses del pueblo.

Las raíces de esta agrupación tienen sustancias positivas y basadas en la generalidad, por lo que ser intérprete para degradarlo, se contrapone a su propia ideología.

Existe obligación moral y electoral de respaldar positivamente la administración del poder en el país, y no encaminar gestiones a la mediocridad acostumbrada, solo anteponiendo beneficios personales.

Al celebrar este aniversario, los líderes partidarios deben analizar la responsabilidad asumida y no defraudar la confianza de la ciudadanía.

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