Transcurrido los meses del nuevo Gobierno, los también componentes pero denominados opositores, repiten la constante de brillar más por críticas que por acciones conducentes.
Otros de igual color, también aplican la misma acción de lloriqueos por destetarse.
Son contados con los dedos quienes efectivamente cumplen con funciones, y por el cual perciben salario pagado por el pueblo.
Magnificando males que históricamente cometían ellos mismos e inventando hechos únicamente para desprestigiar, no precisamente para erradicarlos, no construye nada de relevante para el pueblo, al que se dice defender y representar.
La incontinencia verbal es fruto del desequilibrio entre el instinto y la materia gris, mientras que solo gritar y criticar es inocuo.
El Paraguay necesita de más alternativa que griteríos y acusaciones selectivas.
El gobierno no lo hace solo un signo partidario, intentar separarse de responsabilidades por mediocridades oficiales, obviando beneficios alcanzados mediante repetidos periodos como diputados y senadores, es de hipócritas.
Pintar realidades inexistentes, como que el anterior Gobierno era una maravilla y que era más democrático, no se compadece con la fortuna amasada mediante vínculos con anteriores mandamases.
Se respiran similares vicios, con misma alevosía, por lo que diferencias no son notorias como para rasgarse vestiduras y ser profeta del apocalipsis.
Estar en escaños por diez años y no haber hecho más que criticar, es tener propiedades del agua.
Posicionarse como gran contrera no sirve, sin una oposición seria, con criterio. Hablar por hablar, difamar por difamar, solo es aplaudible para quienes gustan de espejitos como premio.
La gente de a poco deja de ser meramente receptor y pasa a ser pensante, pudiendo identificar quienes son de suma y quienes son de perorata.
Tener como interlocutores a hombres/mujeres escombros, resta muchísimo valor a cuestionamientos. Vestirse de paladines de la justicia, pero traficar influencias, no es muy santificable.
Sacudirse, dedicarse a legislar y no solo lloriquear, es la consigna para marcar diferencias.
El populismo no es herramienta de siembra para tiempos mejores.
La población merece mejores autoridades, no mejores oradores de problemas.
La burguesía de muchos años debe ser reemplazada. Querer mostrarse efectivo en el arte de la política va mucho más allá de ser cuestionador profesional.
Todo depende de la capacidad de gestión, del intelecto, de la altura moral e integridad de quienes tienen el privilegio de ser electos por el pueblo.
Tiempos nuevos fueron marcados con el inicio de la puesta en vigor de la conciencia cívica, de la ciudadanía activa y que no se deja persuadir con palabreríos de vendedores de humo.
Personajes nefastos de la politiquería criolla deben abrir paso a gente con mentalidad, pero por sobre todo conducta distinta, que den soluciones y no alocuciones.