Como nombre de algún reality televisivo, el título, es un anhelo de casi la totalidad de quienes experimentan un poco de lo dulce del poder.
El “sueño de ser presidente” ha sido la aspiración de los últimos jefes comunales esteños, quizás por alguna patología contagiosa del sillón municipal que sobrestima reales capacidades y amplía el apetito de por sí ya inconmensurable cuando se trata de cargos electorales. No es precisamente un sueño por brindarse al pueblo, o para cambiar realidades inapropiadas de la población en general, ya que hasta el momento, ni los anteriores ni el presente intendente tienen siquiera capacidad de gestión básica como para administrar correctamente la ciudad, y qué sería del país.
En todos los niveles y estructuras se tienen apetencias por el poder, donde líderes y políticos que vociferan dar oportunidades a los mejores, pero hablando de sí mismos. Muchísima autoestima para tan cortos intelectos y vacío de moral.
Un cargo llama a otro, y es así que los que hoy los ostentan ya miran más arriba, pero en este caso muy arriba, a la estratosfera, quizás nublados por un ego del mismo tamaño del planeta.
Si el deseo es encabezar un Gobierno para replicar lo que se hace a nivel local, no deja de ser más preocupante, pues la propuesta es mediocridad en administración oficial, robo de la cosa pública y populismo.
Lo indisimulable es el propósito de acaparamiento, el silencio forzoso a detractores y espejitos al pueblo. Otros más avezados en la hipocresía ponían hasta a parejas como candidatos. Ayer, hoy, y posiblemente mañana.
No precisamente se aspira a más poder por buscar hacer el bien, sino por el hambre por saciar codicias.
Y si bien es nada más un sueño, cayendo dentro de lo poco probable, la incapacidad de la población mayoritaria de discernir, de poder diferenciar quienes son burdos personajes y quienes no, han dado vida a payasos, megalómanos, malvivientes y ladrones consuetudinarios.
Hay demasiado delirio de grandeza en corruptos, que si no se arranca de raíz sus preeminencias en lo electoral, crecerán como la hierba mala que consumen.
No se cuestiona la posibilidad de pugnar por un cargo de alta relevancia ejecutiva, sino por la propuesta del testimonio. Se hizo poco y se ofrece lo mismo, por lo que diferencias no son perceptibles, al menos para lo útil y necesario.
La aspiración se encuentra dentro del derecho de todo ciudadano de elegir y ser elegido, pero de nuevo se cae en la pobreza franciscana de candidaturas. ¿No hay nada mejor?
Hay puntos claves para la edificación de nuevos tiempos, tiempos mejores, y entre ellos se encuentran la vigencia de líderes patriotas e íntegros, requisitos ausentes hasta la fecha, al menos en el contexto del zoológico político paraguayo.
Así como están las cosas, cambiar depende en la totalidad del pueblo, no de seudo mesías de cantina. Al carecer de honorabilidad, el resto cae por sí solo, desacreditando hasta sueños de megalómanos.