Para personas inmorales, que perdieron la vergüenza por la codicia, la verdad tiene relevancia relativa y la malviviencia no es tanta si es practicada por él y sus iguales.
El embustero, es decir el mentiroso, el falsario, cuentista, falaz, “japu”, es tan particular que progresivamente va asumiendo ser patrañero como habitual.
Para ciertos filósofos, la mentira es mala por naturaleza, pero para la clase política no. Se agrega que el embustero tiene un rango superior al ordinario mentiroso, pues si bien este último teme la verdad, por lo que busca ocultarla, para el embustero es natural ocuparse solo de convencer, sin importar la verdad o la mentira, pues el objetivo es manipular a beneficio propio.
Por lo tanto calificar como tal a aquellas autoridades municipales que reúnen todos los requisitos para ello, no es inapropiado, ni mucho menos engaño.
Si bien en la práctica es un mal absolutamente generalizado, en Ciudad del Este no deja de espantar la insolencia del oficialismo encabezado por Miguel Prieto.
Es siempre importante tener memoria. Y acudiendo a ella, el grupo de ciudadanos medianamente preocupado y ocupado de su propia suerte, tendrá recuerdos de vehementes discursos de acabar con males de la administración comunal, caracterizadas por el robo de la cosa pública, la corrupción y la falta de transparencia. Lo llamativo es que Prieto y secuaces son los efectivos campeones de denuncias formales por negociados, raterías y el desprecio a la transparencia. Desde la misma Junta Municipal, donde con una mayoría que se baja los pantalones sin pudor, aprueba todo sin el más mínimo análisis objetivo, también asume el mismo modus operandi satanizado en tiempos de anonimato.
Y como si ello no fuera lo suficientemente grave para la ciudadanía, se desperdicia el dinero de la gente en fiestas para amigos de negocios y hermanos de logias. Ni los Zacarías se animaron a tanto.
La comuna esteña está repleta de familiares, parejas y amantes de ediles, directores y del mismo jefe comunal, con lo que la realidad desnuda que el embuste de los “prietistas” tiene las proporciones justas de la inmoralidad y corrupción galopante. ¿Acaso la idea no era erradicar esta misma práctica de la Municipalidad que se criticaba a rabiar? Planilleros y poco aptos siguen siendo funcionarios, con la diferencia que provienen de la casta que maneja en este tiempo los hilos del poder comunal. Lo malo de ayer no es tan malo había sido, al menos para maleantes.
Salvo que exista otra Ciudad del Este que no es percibida por la gente, en un universo alterno quizás, donde las calles estén en buenas condiciones, y se esté asfaltando dos kilómetros por día con la costosa planta asfáltica, se tiene otro tremendo embuste con este compromiso expuesto con bombos y platillos.
El desprecio al correcto uso del dinero de los contribuyentes es delincuencial, pese a hacer shows mediáticos para mostrar gestiones inexistentes con el que se busca persuadir a como dé lugar. No se puede dejar pasar por alto actitudes hipócritas, que no solo afectan las buenas costumbres sociales, sino los mismos bienes públicos. Es impactante que dichos populares como “todos roban”, se haga tan palpable, esté quien esté en los cargos, como una patología que se expande en todos quienes asumen puestos ejecutivos y legislativos.
La única forma de combatir a embusteros, es no tolerarlos. No es muy difícil percibir si existe concordancia con lo que se dice y hace, por lo que el pueblo una vez más está llamado a forzar coherencias, sobre pena de eliminarlos de la vida política y pagar las consecuencias legales. Solo un fanático ciego, sordo y mudo por beneficios mal habidos puede defender lo indefendible, pues en todo este tiempo se ha hecho poco, muy poco por la ciudad.
Se permitió en demasía lo que no corresponde, por lo que no es injusto el castigo aristotélico para los embusteros que a cada tanto se presentan como los distintos, y salvadores de la patria: no ser creídos, aun cuando digan la verdad.