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En materia de educación no hay gastos, sino inversión

Existen experiencias claras y constantes de las consecuencias positivas del acceso de jóvenes a las universidades, y de la inversión científica como política de Estado.

Pero como aspecto relacionado a potenciar cerebros no es de interés político real, de momento en el país se puso en práctica poco o nada.

Es hasta una quimera aspirar a una fuerte apuesta en la educación superior si hasta para rubros fundamentalmente básicos como como la salud, seguridad, y trabajo no se tuvieron avances.

En materia de educación no hay gastos, sino inversión.

Hasta la fecha ninguna administración estatal ha dado preeminencia  a la educación universitaria y muy por el contrario se trabó hasta el avance natural de su crecimiento, poniendo incluso en riesgo algunos pocos logros como el arancel cero.

Uno espera que al tener un Jefe de Estado con alta preparación académica, estaría con obligación moral, pues legal ya lo tiene, de despejar dudas a estudiantes y puntualizar atenciones en torno a la educación.

En pleno Siglo XXI siguen ocurriendo episodios de medioevo, donde alumnos que superan la etapa básica con méritos hasta sobresalientes, no logran ni siquiera llegar a las universidades por dificultades económicas.

Hay más discursos que realidades sobre avances en las casas de altos estudios públicas.

Los registros muestran la realidad, pues la educación sigue siendo el sector menos favorecido en los últimos tiempos. Los tijerazos presupuestarios siempre fueron de preferencia hacia las universidades estatales, y a cada periodo se debía mendigar ante legisladores nacionales para apiadarse al menos de permitirles cubrir salarios de docentes. Es imposible apuntalar el país sin pensantes, sin instrucción superior.

No varió lo de, antes que eliminar privilegios propios de autoridades políticas semi-analfabetos, optar por embretar a las universidades, no pudiendo salirse de enanismo mental por falta de recursos.

La educación superior es una necesidad para el cimiento de un país con más alternativas y de mentes pensantes que puedan ser útiles a las comunidades.

El Paraguay necesita más científicos y menos politiqueros.

Por regla general, personas preparadas poseen mejor capacidad de discernir, que asociada a valores, pueden marcar la diferencia, despejar corrupciones y fortalecer el bienestar general.

El Paraguay debe construir políticas serias de beneficio para el sector juvenil y restituir la honestidad y el patriotismo como guía única de sociedades.

La ignorancia conduce irremediablemente a la miseria, a una falta de perspectiva hacia un futuro mejor, por lo que ocuparse en verdad del rubro es un imperativo para el presente y futuro.

La falta de oportunidades debe dejar de ser el espaciador social, siendo deber gubernamental ocuparse de equidades más allá del marketing o caprichos.

Desde el momento en que el Gobierno asuma la labor de brindar acceso integral a jóvenes a facultades para ser profesionales, se podrá edificar tiempos mejores para el país.

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