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Entre adornitos, préstamos e hipocresía

Llegando a la etapa final del presente 2024, la comuna esteña, una vez más apela a la “vieja confiable” para tratar de evadir mediocridad y malvivencia en la gestión: magnificar adornos navideños como lo más relevante de acciones con dinero de la gente, y apelar a un millonario préstamo para cumplir con proveedores y funcionarios.

Esto debería ser absolutamente inusual en una administración autocatalogada como la más fenomenal del país, pero la realidad atropella en que es consecutivo y ahora se aumentó el pedido de crédito bancario.

Superávit, manejo transparente, correcto y equilibrado uso del dinero municipal, por lo general no da como resultado la necesidad de año tras año pedir préstamo para pagar salarios. Y en ese mismo sentido, para una Junta Municipal correcta, el análisis objetivo y el resguardo absoluto del dinero de la gente jamás deberían ser vulnerados por el afán de complicidad del fiasco administrativo, y no hacer corriente lo que no debe ser.

El pago de haberes a empleados es obligación legal, pero para ello se establecen presupuestos, se estiman ingresos y gastos, y se asume praxis de no desperdicio.

Hipotecar la comuna por insuficiencia  mental de su intendente y por la consecutiva deshonestidad de referentes, es un absurdo que desnuda la hipocresía de quienes se rasgaban las vestiduras por los mismos episodios desde la vereda del anonimato del poder.

Y esa hipocresía es más visible en concejales, que al cumplir órdenes de bajarse los pantalones y aprobar todo, solo asumen ser los mismos engendros que blindaron la institución convirtiéndola en un antro de mercenarios y ladrones de la cosa pública. Alimañas desvergonzadas. La malvivencia de anteriores, no da carta blanca para lo mismo.

Está en ciernes la misma cortina de humo para intentar no dejar más a la vista bandidajes, con las lucecitas y adornos navideños, que de nuevo será el más grande logro de la gestión de Miguel Prieto en todo el año.

Una gestión municipal obscura se caracteriza por la falta de eficiencia, transparencia y eficacia en la administración de los recursos públicos y en la prestación de servicios a la comunidad, por lo que el calificativo le queda perfecto.

No existió visión clara y tampoco fueron cumplidos objetivos a largo plazo, por lo que es muy difícil ocultar que no se salió de lo mismo de siempre. Si las acciones se toman de manera reactiva y no proactiva, sin un plan estratégico que guíe las decisiones, confirma además que los lazarillos prietistas pueden ser reemplazados por simios.

Las deficiencias en la prestación de servicios básicos no se salva adornando plazas.

La falta de real rendición de cuentas ha sido común, generando más desconfianza justificada entre los ciudadanos y una percepción del reinado de la impunidad. Ayer y hoy.

La gestión presente siguió no involucrando a los ciudadanos en la toma de decisiones, ni en la supervisión de las actividades municipales, ignorando las necesidades y preocupaciones de la comunidad.

El derroche y falta de inversión en áreas prioritarias ha sido cultura practicada desde el prietismo que renegaba de colorados “bandidos”, pero acabaron siendo peores.

Si se prosigue con la moda de no contar con líderes competentes y comprometidos con la transparencia, la eficiencia y la participación ciudadana, no existirá jamás la ciudad anhelada, pues con rufianes no hay desarrollo sostenible y equitativo, solo descalabro.

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