A modo de ilustración, la necrofobia se explica especialmente como el miedo severo a los cadáveres, resultando en una condición incapacitante, elevando niveles de ansiedad y malestar ante cuestiones alusivas a muertes.
En las últimas semanas, esta “patología” parece estar más expuesta en especímenes de un selecto grupo de privilegiados en el país, que como parásitos sobrevive a costas de un hospedero del que se nutre sin más esfuerzo que estar en el lugar desde donde alimentarse solapadamente, y en ocasiones descaradamente.
Existen circunstancias en que algunos en vida pasan desapercibidos, pero con muertes despiertan efectos que van desde peso de conciencia por ingratitudes hasta señales de sanciones desde el “más allá”. El secreto de algunos se desvela por accidentes, o por vendettas preparadas de antemano a sabiendas de que en la mafia la vida es corta y todo se paga.
En muchas sociedades, los mitos generados por apariciones fantasmagóricas de determinadas figuras, sean malas o buenas, asustan, más aún para aquellos nombrados en “puño y letra” en favores inmorales.
Los que no viven en paz son quienes dieron pésames hipócritas y ahora aparecen desmemoriados de contactos, pagos de favores, financiamiento de campañas y protecciones de la “cosa nostra” paraguaya ante inminentes sanciones de la ley y la ética judicial.
Hay miedo, pues las bestias abismales no están acostumbradas a la exposición a la luz y pese legalismos que pueda dar un salvataje de forma, el fondo ya es conocido por toda la sociedad paraguaya.
No es suficiente con la necrofobia y las exposiciones públicas, se necesita el empuje del pueblo para en verdad asustar a quienes solo acceden a cargos de poder para beneficiarse. La impavidez ciudadana es la alimentadora de la impunidad.
Si se nombraron a personas de peso político, fiscal, y judicial en libreta de “pagos”, y aun así no hay escarmiento, entonces revelarse es la consigna y no solo esperar que algún espectro haga lo que corresponde al pueblo.
Los malos líderes solo temen al pueblo hastiado e intolerante, materializados en escraches y votos conscientes.
De la misma forma, ser guiados por apadrinados de mafias de distintos colores pero de la misma parasitosis, tenerlos como interlocutores de la gente de bien, es lo que atenúa consecuencias esperadas, pues el intento es abanderarse del contexto, pescar en río revuelto, aspirando a ser los reemplazos de sus gemelos apátridas.
Hay una imperiosa necesidad de reingeniería política, y esta implica destruir viejos vicios normalizados como el tráfico de influencias, y reconstruir el rubro dentro del modelo de integridad absoluta.
El momento inmoral del país solo seguirá incólume si la gente buena, honesta y trabajadora, no golpea la mesa y exige cambios reales. Mientras los corruptos solo se sientan intimidados momentáneamente por memorias de muertos, antes que por la aplicación sin distinción de las leyes y la sentencia del pueblo, el Paraguay padecerá.