Estos eventos festivos de fin de año deben ser una época de reflexión, celebración y unión familiar. También representa un momento crucial para replantearnos cómo nuestras acciones y actitudes impactan a quienes nos rodean, especialmente a aquellos que enfrentan situaciones de pobreza material.
En sociedades marcadas por la desigualdad, la ostentación puede convertirse en una forma inconsciente de invisibilizar las realidades más duras de miles de altoparanaenses. Mostrar excesos, lujos o privilegios en redes sociales o encuentros sociales puede profundizar sentimientos de exclusión, frustración y desigualdad en quienes no cuentan con lo esencial para satisfacer sus necesidades básicas, quienes deben enfrentar batallas inimaginables para conseguir el acceso a un alimento diario.
Por ello, es fundamental que asumamos una actitud de empatía y respeto hacia las realidades ajenas. No se plantea padecer las mismas dificultades ajenas, sino entender contextos, ubicarse.
Evitar ostentaciones no significa privarnos de celebrar o disfrutar, sino hacerlo de manera consciente y responsable, recordando que nuestras acciones tienen incidencia más amplia del que percibimos. Quiérase o no, este hecho está muy asociado al despilfarro, por lo que moderarse es también ayudar a propias economías.
La solidaridad, en cambio, nos ofrece una oportunidad invaluable para transformar esta época en un verdadero ejercicio de humanidad.
Actos como compartir alimentos, donar ropa, organizar campañas de ayuda o simplemente ofrecer compañía a quienes están solos o necesitan apoyo son formas concretas de aportar a un mundo más justo y equitativo, vivenciado así la verdadera esencia de eventos como los que están por llegar. Ese es el llamado. A la par de celebraciones, obrar como seres humanos de alta dignidad.
En estas fiestas, más que nunca, es esencial priorizar los valores de humildad, generosidad y empatía. Humildad en reconocer lo efímeros que somos, que entre virtudes y defectos tenemos suertes dispares que pueden ser amainadas si prima la visión más allá de propias narices. Generosidad para pasar la mano a quien necesita, quien sufre, a quien las desigualdades humanas desprecian. Empatía para evitar juzgar o exponer diseños de fórmulas sencillas que se hubieran puesto en acción para prevenir padecimientos de sufrientes sociales, pues nadie puede entender circunstancias más que aquellos que lo viven.
Al hacerlo, no solo enriquecemos nuestras propias vidas, sino que también contribuimos a construir una sociedad más solidaria y sensible a las necesidades del otro. Así debe ser siempre, y más activamente en estas fechas.
El mundo está cargado en demasía por conflictos y desinterés, por lo que aportar algo diferente es suma de alta relevancia para el cambio de lo nefasto. Ser indiferente a necesidades ajenas más temprano que tarde pasará la factura, pues la ingratitud y la ofensa no prosperan por mucho tiempo.