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Falta de controles permite contrabando de combustible

Botellas cargadas con combustible son exhibidas en la vía pública para su venta.

A consecuencia del elevado precio de los combustibles en las estaciones de servicio de Paraguay, los residentes de las zonas fronterizas con Argentina prefieren cruzar al vecino país para abastecerse. En algunos casos, el costo es 50% más bajo en comparación al mercado local. Así también, la diferencia de valores alimenta al contrabando, pues se incluyen carburantes entre los artículos que ingresan a territorio paraguayo de manera ilegal.

Pese a que el precio del combustible sigue subiendo en la ciudad argentina de Puerto Iguazú y municipio vecinos, el tráfico ilegal se mantiene rentable. Miles de litros pasan cada noche por el Río Paraná, en balsas y lanchas a escondidas de las autoridades argentinas y paraguayas, en algunos casos con colaboración de los propios agentes que se dejan corromper a cambio de un incentivo económico.

Todo esto ocurre ante el desinterés de las autoridades del Ministerio Público, Ministerio de Industria y Comercio, Policía Nacional, Ministerio de Economía y demás instituciones cuya función es controlar y evitar lo máximo posible el auge del contrabando, pero que están preocupados en asuntos de menor importancia.

Los altos mandos de la Prefectura Naval tampoco se esfuerzan para frenar el ingreso ilegal del combustible, principalmente en la zona del puerto Tres Fronteras de Presidente Franco y en los puertos clandestinos a lo largo del Río Paraná, hasta la ciudad de Domingo Martínez de Irala, lo que hace presumir que estarían involucrados de alguna u otra manera en el negocio, junto con sus subordinados.

Para la rentabilidad del tráfico de combustible se necesita también la participación de las estaciones de servicios en la Argentina, quienes proveen en establecimientos clandestinos en Puerto Iguazú a las grandes estructuras del rubro, a precios más accesibles.

Otro sistema utilizado es la adaptación de los tanques de combustible de mayor capacidad en los vehículos, abastecerlos con los contrabandistas argentinos en Puerto Iguazú y luego volver a nuestro país para descargar el combustible y dejar lo necesario en el tanque para un nuevo viaje, las veces que sean necesarias.

Si bien esporádicamente se notifican incautaciones de bidones con combustibles de parte de los militares en puertos clandestinos, se tratan de cantidades ínfimas a diferencia de los miles de litros que ingresan diariamente por los mismos lugares, con el fin de “justificar” el trabajo que se supone deben realizar en la zona.

La venta también se realiza a través de las redes sociales, como estados de WhatsApp y Marketplace de Facebook.

LIBRE ALBERDRÍO

Ni los contrabandistas ni los vendedores o “proveedores” de combustibles tienen miedo de ofrecer sus bidones y botellas con combustibles en las veredas frente a sus viviendas, parques y comercios de Presidente Franco y Ciudad del Este, a sabiendas que no serán intervenidos por ninguna institución, disfrutando la libertad del comercio ilegal del combustible en la frontera. Esto evidencia la vigencia del comercio ilegal de la nafta y el diésel provenientes desde la Argentina.

VENTAJA

Pese a que Petropar y los emblemas privados bajaron sus precios en los últimos meses, la venta ilegal del combustible argentino se mantiene vigente debido a la gran diferencia de rendimiento en comparación a la de las estaciones de servicios paraguayas, según afirman los propios conductores.

Actualmente, la nafta de 93 octanos en Paraguay se comercializa a G. 6.500 en promedio, la de 97 octanos se mantiene por encima de los G. 8.000. En el mundo ilegal, el combustible argentino de 97 octanos es comercializado entre G. 7.000 y G. 7.500 el litro, lo que genera una pequeña ventaja para el comprador.

PELIGRO

Todo esto también conlleva un riesgo para los propietarios de vehículos que recargan con bidones y botellas de manera ilegal, pues a fin de lucrar un  poco más, muchos de los revendedores realizan mezclas con alcohol u otros líquidos. Eso, sin tener en cuenta las horas de exposición al calor de las botellas expuestas en la vía pública y el mal manejo o almacenamiento, que pueden terminar dañando el motor del rodado.

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