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Función pública corruptible

Es casi periódica la comprobación que el problema principal de la ilegalidad no es la falta de leyes adecuadas, ni la necesidad de incremento de control institucional de la sociedad. De un tiempo a este, la degradación de la integridad ha vulnerado todo componente de la legalidad, por lo que mayoritariamente no es más que letra muerta.

Todos los últimos grandes procedimientos internacionales contra el narcotráfico, pornografía infantil y armatráfico que incidieron en el país, dieron muestras de la cadena de inmoralidad desde el más alto nivel de la función pública, así como los peones de este juego sucio que genera miles de millones a organizaciones mafiosas.

Se adolece de lo más importante, no solo para ocupar cargos, sino para corresponder al ser humano por esencia. Una autoridad civil o militar, no debe ser medida únicamente por los grados académicos o tecnicistas, sino por el nivel real de honestidad para estar en posición de garante. Ser contralores, del rubro que fuere, demanda mucho más de integridad que cualquier otro ámbito institucional.

El cobro de cargas impositivas, impartir justicia, custodia de bienes y personas, verificación de la paz social, históricamente requirieron a ciudadanos intachables y que profesaban el honor como regla infranqueable, incorruptible.

Nadie que esté en cargos estatales puede corromperse por soborno. El cohecho, perversión o vicio no es viable en el servicio público, al menos si se corresponde con deberes y obligaciones naturales.

El adolecer de valores es el principal problema de todos los males que acechan a la comunidad, no solo en Paraguay sino el mundo. El ser humano no puede tener precio en metálico, y la falta de conciencia es determinante para que la marginalidad gane terreno.

El factor humano se echa a perder por la codicia y la ley del menor esfuerzo para obtener bienes materiales. Ser mercenario es lo más vil para el presente y futuro.

La corrupción estatal sobrevive en sociedades desinteresadas en el bienestar general y con componentes amorales.

La conducta delata, y es el punto a ser tenido para consideraciones más allá de palabreríos. Corporativismos también están en boga en organizaciones criminales, por lo que una mano lava la otra, montando un manto de impunidad, todo con el mismo dinero obtenido ilícitamente y con la que ganan ascensos, membresía en clubes exclusivos, así como amistades de alta alcurnia.

No puede ser más relevante el dinero que la dignidad. Es imperiosa la reeducación en valores humanos, en el intento de restituir la normalidad en la humanidad, y por supuesto restituir la honorabilidad como característica de la administración pública.

La desconfianza en las instituciones es un hecho con justa causa, pero ellas no operan por sí solas, son integradas por personas que deciden día a día si dejarse ganar por la podredumbre o cumplir con obligaciones y deberes.

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