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Heridos y contusos

La práctica política en el Paraguay siempre está vinculada con beneficios para expositores, antes que labores encaminadas para el bien general, por lo que cada actor del poder, o aspirante a él, prioriza el lucro a costas del Estado.

Hay una carestía casi absoluta de patriotismo, que  declarar desierto cada llamada para visualizar ejemplos de lo debido en la función pública de alta relevancia, no es erróneo.

Aparecer como juzgadora de pecadores y herejes, siendo de la misma especie de verdad es repugnante, al menos para la gente que tiene un mínimo de capacidad de discernimiento. Y esto se da en todos los puntos cardinales del país, pero especialmente en el Senado, donde las luces siempre están direccionadas para destaques, pero de lo incorrecto.

Golpear la mesa frente a medios de comunicación para denunciar no estar como comensal VIP, es espantoso hasta para gente sin sangre en la cara. Y de este mismo contexto, hacer show en los medios, es igualmente repugnante, esencia del amarillismo y sectarismo “periodístico”.

Lo incorrecto es general, desde intendencias, como las de las ciudades altoparanaenses, hasta los poderes principales.

Los heridos y contusos a los que se llama a recoger y consolidar eventuales fuerzas electorales, no son más que malvivientes en cuarteles de invierno. Parias de la esencia de la política.

No hay víctimas, todos son victimarios.

Los intérpretes de la malvivencia solo cambian de actores principales a secundarios, y viceversa, por lo que nada varía en materia de lo necesario para el desarrollo de todos los estamentos de la nación.

Pero el que da vida a la maquinaria del robo de la cosa pública, del desperdicio del dinero estatal, y de la mediocridad en los servicios obligados del Estado, es el pueblo que no entiende, o se desentiende de que es el único que puede despejar el trigo de cizañas. No solo dejarse guiar por apariencias, sino por experiencias es lo que determina correctas elecciones, pues las variaciones de personajes son mínimas, siendo mayoría los mismos elementos que quieren seguir la parasitosis. Apoyar a denunciados por corrupción solo puede ser plausible entre iguales. Fanatismos por colores son cada vez menos reales, pasando más bien por asuntos relativos a algún eventual favor si llegan referentes a cargos.

Este es el auténtico círculo vicioso: alcanzar espacios de poder para ampliar ganancias indebidas; tener séquitos alimentados con dinero público para sostener liderazgos y un pueblo mayormente inerte. Hace décadas se adolece de representaciones del pueblo, pues el que debía ser el primer filtro de honestidad en el manejo de la cosa pública, pasó a ser un peaje, que habilita todo con tal de pagarse lo que cuesta la dignidad de inmorales.

Pero las conductas de estatales no solo queda en asuntos de la corrupción habitual, sino en aquella que sostiene el crimen organizado. Con descoordinaciones premeditadas se cortan inteligencias extranjeras para monopolizar listas de amigos y enemigos que amasan fortunas con el rubro de alto nivel.

La malvivencia domina. La convencional atacando comercios, empresas y viviendas. La institucional, permitiendo que piratas, rufianes, y mercenarios priven de salud pública digna a la mayoría de paraguayos, a abuelitos de una pensión debida, a los jóvenes de instrucción gratuita de calidad, posibilidades labores y a las generaciones venideras de sostenibilidad ambiental.

Hay demasiados despropósitos como para que la ciudadanía no tome medidas necesarias para la recomposición mínima del deber ser. Ese es el llamado que se debe hacer. Los heridos y contusos son los ciudadanos de bien, cuyos derechos siguen siendo obviados, no codiciosos seudos políticos.

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