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Inconciencia

Buscando despertar lo que debería ser normal en el ser humano, el instinto de supervivencia, la prevención de males, una vez más aúnan esfuerzos instancias públicas, como la Gobernación del Alto Paraná, la Patrulla Caminera, y la Policía Municipal de Tránsito de Ciudad del Este y el valioso respaldo del sector empresarial, para impulsar la campaña “Usá Casco”.

Si bien el uso del casco para motociclistas es obligatorio y su desobediencia sancionable, lo prioritario es que ayuda a disminuir en un 85% lesiones graves en casos de accidentes. Pero como es propio en gente con carencia extrema de yodo, se sigue suscitando episodios constantes de tragedias prevenibles por el no uso del protector de la cabeza.

Apelar a la conciencia es una de las tareas más difíciles, cuando pese a que la seguridad vial es un asunto de sentido común, no se quiere asumir elementos básicos de autoconservación, con lo que se encamina a una involución en inteligencia ordinaria, para espanto incluso de seres guiados por el instinto. El mono y el asno quedarían espantados sin pudieran evaluar la inconciencia humana.

El mayor número de hechos luctuosos son protagonizados por motociclistas, por lo que apuntar siempre a los del biciclo es acertado.

Todo cuidado debería ser natural en quienes se exponen diariamente a lesiones y muertes, por lo que estar “pertrechado” no debería ser una cuestión a insistirse.

Pero como la conciencia en un buen número de paraguayos es consecuente, una vez suceden los hechos, sí generan atención, para luego volver a la misma imprudencia.

Estar mutilado, en estado vegetal en camas de hospitales, o eternamente ser inquilino de cementerios, no puede ser preferible por sobre usar casco.

Poner como excusa costos del elemento vital de protección, no es muy coherente si se sopesa la altísima posibilidad de muerte o lesión cerebral severa.

Pero no es erróneo la insistencia para hacer comprender que estar dentro del riesgo permitido es el límite que no se debe cruzar jamás.

La imprudencia, la impericia y la negligencia solo pueden dirigir al luto. Todo exceso de velocidad y de actitud temeraria, también dirigen al mismo destino.

La educación vial, salva vidas, y hay que retomar principios propios de seres inteligentes, cuidando todos los detalles para exponerse al caótico tránsito y a la par cuidarse ante otros simios al manubrio y volante.

Los accidentes vehiculares ocupan el primer lugar en el ranking de atenciones en nosocomios públicos y privados, por lo que toda conducta de debido cuidado ahorra dinero y dolor.

Toda regla de tránsito tiene el fin de protección, por lo que cada desobediencia de ellas no hace “facha” a nadie, sino confirma que la estupidez humana puede ser la epidemia más costosa.

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