Cada 26 de marzo se conmemora el Día del Mercosur, como recordatorio de la promesa de integración regional que, en estos 34 años, sigue sin cumplirse plenamente.
Lo que nació en Asunción como una oportunidad para fortalecer el comercio y el desarrollo conjunto de sus miembros, se sigue enfrentando a cuestionamientos sobre su efectividad y equidad. Puntualmente desde la perspectiva de Paraguay, la visión sobre el bloque oscila entre la esperanza y la frustración, ya que si bien se ha abierto puertas al comercio regional, también ha evidenciado profundas asimetrías que limitan el crecimiento de los países más pequeños.
El Mercado Común del Sur se concibió bajo principios de cooperación, pero en la práctica, las economías más grandes han sido las mayores beneficiadas y dictadoras de acciones. Nuestro país, al carecer de litoral marítimo y con una estructura productiva diferente a la de sus socios mayores, ha visto cómo las reglas del juego rara vez se inclinan a su favor, pues si bien los derechos están pre-establecidos, se imponía intereses de los más poderosos.
Las dificultades de acceso a los mercados, las barreras no arancelarias y la falta de mecanismos efectivos para corregir las asimetrías han fortalecido un escenario de competencia desigual.
Este nuevo aniversario del bloque, debe ser oportuno para preguntarse si ¿qué tipo de integración queremos? No se trata solo de firmar acuerdos comerciales que quedan desdibujadas por imposiciones, sino de crear un sistema que impulse el desarrollo equitativo de sus miembros. El Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) ha sido un paso en la dirección correcta, pero insuficiente para cerrar la brecha entre las economías del bloque. Pareciera más bien un soborno para acallar verdades injustas.
El Mercosur debe aggionarse y a la par cumplir con preceptos que lo originaron. Mientras el mundo avanza en la digitalización del comercio y en acuerdos flexibles con otros mercados, el bloque sigue atrapado en debates burocráticos y políticas proteccionistas que muchas veces lo aíslan en lugar de potenciarlo. Paraguay ha abogado reiteradamente por mayor apertura y flexibilidad, pero las trabas internas y “votos censura” de socios mayoritarios, continúan impidiendo que el bloque sea una plataforma real de crecimiento para todos sus miembros.
La integración no puede ser un privilegio de los más grandes, los colonialistas. Si el Mercosur quiere genuinamente ser relevante, debe apostar por un modelo más justo, dinámico y funcional para todos.
No se pide favores ni concesiones, sino reglas claras y oportunidades imparciales. Los compromisos se cumplen, y no debería primar posicionamientos por emociones y autobeneficio de cada miembro. Visiones ambiguas de jefes de estados, es otro factor en contra.
La verdadera integración solo será posible cuando cada país tenga las mismas posibilidades de crecer positivamente dentro del bloque. De lo contrario, el acuerdo de Asunción queda en un club donde todos tienen voz, pero solo dos socios toman decisiones. Hay que trabajar por ser una verdadera comunidad de naciones.