A simple vista se puede confirmar que liderazgos erráticos, conducen a todo grupo humano a padecimientos y lejanía al propósito de ser dirigidos hacia mejores circunstancias.
Y si bien hoy es fecha especial para el Partido Liberal, que recuerda una gesta donde baluartes afiliados perecieron en el intento de romper con un ciclo de manejo que se creía que no era el deseado por los paraguayos en ese entonces, hay demasiadas realidades negativas que analizar y buscar romper.
La actualidad del Partido Liberal Radical Auténtico ni si quiera es para congratularse, pues sus sucesivos liderazgos han mostrado lo ruin que pueden ser falsos patriotas.
El perjuicio para los partidos políticos debido a liderazgos mediocres sucesivos, es un fenómeno que ha debilitado las estructuras institucionales en numerosos países.
Los dirigentes, en lugar de actuar conforme a los principios y valores fundacionales de sus organizaciones, han priorizado sus propios intereses personales y los de pequeños grupos de poder, rompiendo originales propósitos, construyendo así un distanciamiento progresivo entre la clase política y la ciudadanía.
Cuando las figuras al frente de un partido utilizan su posición para el beneficio propio, se produce una distorsión de los objetivos colectivos. El partido deja de ser un espacio de representación democrática, pasando a convertirse en una herramienta para lucro.
Todo liderazgo oscuro carece de visión a largo plazo, lo que impide la implementación de políticas coherentes y sostenibles que beneficien a afiliados y al país.
Los partidos políticos, en lugar de ser agentes de cambio y desarrollo, se convirtieron en máquinas electorales, más preocupadas por mantener el control que por generar un impacto positivo en la sociedad. En el caso del liberalismo en el Este, para ser tercera o cuarta opción, es capaz de recibir migajas de quienes sí tienen posibilidades electorales reales.
Si se juega con la credibilidad y legitimidad en los propios partidos, qué esperar de quienes se visten de azul en contiendas comiciales, pidiendo respaldo para seguir alimentando un ciclo vicioso de corrupción, desinterés ciudadano y estancamiento comunal.
Si bien no es solo la realidad del liberalismo, es la que más daño ha sufrido por reiterados manejos indebidos.
Para revertir esta situación, es fundamental que los partidos retornen a sus principios fundacionales y promuevan liderazgos que prioricen genuinamente el bien común. Todo referente debe estar investido por integridad, y para ello basta con mirar a su pasado, pues difícilmente árbol torcido se enderece.
Vinculados con el narcotráfico, con el tráfico de influencia y el sometimiento a estructuras de poder para brindar impunidades a cambio de dinero y cargos, no pueden jamás representar buenos liderazgos.
La decadencia de liderazgos es percibida por la ciudadanía, por lo que en las mismas urnas se confirman hartazgos por falsos profetas y seudo paladines de la justicia.
La reingeniería partidaria es ineludible y se debe permitir que gente nueva y de bien sean conductores de todo grupo social, caso contrario no se puede aspirar a ningún cambio de realidades nefastas.