El presidente de la República Santiago Peña, enfrenta la misma situación de siempre de los Jefes de Estado, de tener en propios equipos quienes ponen palo a la rueda, generando una compleja realidad en el Poder Legislativo.
Pese a que el mismo logró llegar a la presidencia con un apoyo considerable del Partido Colorado, la realidad parlamentaria muestra una faceta más difícil de gestionar, pues se tienen contextos de dualidad en materia de propietarios del poder.
Por un lado, tiene detractores que, desde la oposición, buscan debilitar su liderazgo y frenar la implementación de sus políticas. Estos sectores lo critican por cuestiones ideológicas, políticas y de gestión, y se esfuerzan por poner obstáculos a sus propuestas legislativas mostrando todo como apocalíptico. Por otro lado, “Santi” enfrenta un desafío igualmente problemático: los llamados “seudo aliados”, que lo ven casi siempre como vyroreí. Los audios filtrados en referencia a la investigación de Organizaciones no Gubernamentales, solo son muestras de realidades absolutas de no tenerlo como líder y requerir “otro” visto bueno para que sus propuestas sean tenidas en cuenta, al menos a medias.
Legisladores que, aunque formalmente pertenecen al coloradismo cartista, y aliados, no siempre actúan en consonancia con la visión del Ejecutivo, hasta dejándolo como adorno.
Motivados por intereses propios o por lealtades a líderes políticos rivales dentro del mismo partido, estos legisladores pueden apoyar al presidente solo en apariencia, pero en la práctica se convierten en obstáculos para la aprobación de leyes. Hasta lo extorsionan de manera sucesiva. Si no se recurre al padrino, no hay vía libre para propuestas y proyectos.
Esta dualidad entre opositores claros y aliados ambiguos crea un escenario de incertidumbre para Peña, que a medida que pasa el tiempo queda más notorio.
Gobernar bajo estas circunstancias significa enfrentar una constante negociación política, donde el presidente debe asegurarse de que no solo la oposición sino también sus propios aliados actúen en sintonía con su plan de gobierno. Cuando se hace referencia a negociar, implica dar zoquetes o sacar a ministros o directores.
La falta de cohesión en el Congreso podría poner en riesgo la estabilidad de su administración y dificultar la ejecución de las reformas necesarias para mejorar las condiciones generales del país.
Ante esta realidad, la habilidad de Peña para gestionar estas tensiones y navegar entre sus detractores y seudo aliados, será crucial para el éxito de su gobierno y la implementación de su agenda.
Pelear en dos frentes es la garantía del fracaso, más todavía si a cambio de aprobaciones o rechazos se deba pagar con recursos del Estado. Es bastante complicado que soportes sean conspiradores, así como la existencia de un monje negro que actúa de filtro para gestionar el ejercicio del poder público. Desde un inicio se tenía este planteamiento de dudas sobre autonomías y lealtades al Mandatario. El gatopardismo colorado prevalece.