
La historia de Don Leonor López Valls es un testimonio de perseverancia. Llegó a Alto Paraná desde Isla Pucú (Cordillera) y hace 35 años se dedica a reparar calzados, oficio que no solo le ha permitido mantener a su familia, sino también a sembrar valores y fe a sus cinco hijos, quienes quedaron bajo su cuidado al ser abandonados por la madre.
Don Leonor ha demostrado que con determinación y amor se pueden superar las adversidades, en su caso, la gran responsabilidad de cuidar solitariamente a sus cinco hijos. Con los años que lleva en la comunidad, ya es muy conocido y admirado por los pobladores y clientes, quienes valoran su esfuerzo diario. Llega a su improvisado puesto, en una parada de taxi, donde acude sin falta para recibir pedidos y realizar la compostura de decenas de calzados.
Con manos expertas y el corazón agradecido, se encarga de devolverles la vida a esos desgastados pares de zapatos con un servicio de calidad. “Todas las imperfecciones se pueden corregir. Lo que más traen son botas, zapatos, tenis”, dice con una sonrisa, mientras muestra en qué estado llegan y cómo se encuentran los ya reparados.
Lo acompañan siempre sus herramientas y materiales indispensables para iniciar su labor. Destaca que su clientela está conformada por pobladores de todas las clases sociales. “Aquí vienen médicos, abogados, empresarios, latiteros, de todo. Para mantener la clientela, para que siempre vengan, ofrezco un buen servicio y un costo bajo, yo estoy para todos”, indicó.

MUCHOS AÑOS DE SACRIFICIO
Criar a cinco hijos en solitario no fue tarea fácil. Rememoró las mañanas de la infancia de sus hijos. “Me levantaba a las 4 de la mañana a preparar todas las cosas que necesitábamos, luego llevaba a los pequeños a la escuela, más tarde pasaba a buscarlos y volvía al trabajo”, cuenta. De esa época le queda la satisfacción del deber cumplido como padre.
Su rutina diaria marcada por el sacrificio, fue el motor que impulsó a sus hijos a salir adelante. Gracias a su gran esfuerzo, sus hijos terminaron el colegio e iniciaron los estudios terciarios, un logro que llena de orgullo al zapatero. “Ver los frutos de mi trabajo es una alegría indescriptible, el sacrificio valió la pena”. Su amor por los hijos es evidente en cada palabra.
“Una estudió para profesora y ya se recibió, otro se graduará en Enfermería, otro está haciendo Administración de Empresas. Orgulloso soy, porque fue gracias a este trabajo honesto. Así me enseñaron mis padres, a trabajar, ser honesto, tener a Dios presente, así también los eduqué”.
Al mirar hacia el futuro Don Leonor deja a sus hijos una enseñanza invaluable: la importancia del trabajo, la honestidad, del esfuerzo y la fe en Dios, valores que han guiado su vida.
MOMENTO DIFÍCIL
A lo largo de los años, Don Leonor ha enfrentado momentos difíciles, incluyendo un delicado cuadro de salud. Sin embargo, la comunidad y la clientela que ha construido a su alrededor le brindaron un grandioso apoyo. “Muchos clientes a los que conocí a lo largo de estos años, me dieron la mano, solo tengo gratitud para cada uno de ellos”, expresó.
También recordó de manera especial a sus hijos, quienes lo cuidaron en ese periodo. “Nos queremos y nos cuidamos”.
En tanto, a todos sus clientes agradeció profundamente por darle trabajo cada año. “Conozco a todos mis clientes y que ellos sepan, que gracias a que trajeron sus zapatos para que los repare, yo conseguí quitar adelante a mis hijos y sigo con mi trabajo feliz, no quiero parar”.

TRABAJO Y ESTUDIO ASEGURAN LA VIDA
Trabajar y estudiar es la clave para asegurarse una buena vida, afirmó con convicción. Es lo que inculca a los jóvenes y los anima a creer en un país mejor. “Para tener buena vida, hay que trabajar y estudiar, para posteriormente hacer bien las cosas donde le toque estar a cada uno, algún día tenemos que tener gente que valga para brindar mejores condiciones a la población. Tenemos un país demasiado rico, no podemos padecer las necesidades por las que atravesamos”.
OFICIO QUE PERDURA
La moda cambia a gran velocidad, pero el oficio del zapatero se mantiene firme, recordándonos que la calidad y la tradición nunca pasan de moda. Un arte antiguo, que sigue siendo relevante en la era del consumismo desmedido, definitivamente es un empleo seguro. “Este oficio siempre existirá, por lo que yo deseo a los zapateros que, así como yo, reciban muchos pedidos y tengan prosperidad”.
Su pequeño rincón de trabajo es un lugar de encuentro, donde las historias de vida se entrelazan con cada par de zapatos que recupera. Su legado no solo vive en sus hijos, sino en cada zapato que repara, en cada sonrisa de sus clientes y en la comunidad que lo rodea. En un país rico en recursos, como él lo expresa, no debe haber lugar para la desesperanza, hay que confiar en un mañana mejor.