De hecho que la falta de modernización de servicios públicos implica problemas a mediano plazo, tal como se vive actualmente con la provisión de electricidad, agua potable, transporte y otros.
Y puntualmente los constantes cortes en el suministro eléctrico, a más de las versiones de premeditación de boicot que no son traídos de los pelos, tiene mucho de causa en la obsoleta infraestructura de la Administración Nacional de Electricidad, siendo legado con patente de la histórica desidia de gobiernos.
Sin la existencia de un programa de adecuación permanente, como política de Estado, es seguir con la tremenda irresponsabilidad de administradores anteriores con poca reacción de las actuales.
Desde el principio de ser socio 50-50 de la hidroeléctrica de mayor producción del mundo y no haber trabajado hace 20 años en la posibilidad de uso total de lo que por derecho corresponde al país, muestra una desinteligencia que permite mediocridades presentes en un servicio totalmente básico.
Sufrir los embates de la falta de electricidad en pleno Siglo XXI, solo debería ser algo extraordinario en un país con poco más de 406.752 kilómetros cuadrados de extensión, con tres hidroeléctricas.
La no estimación de un crecimiento concordante con los tiempos y la falta de acción en consecuencia, tienen como resultado directo el padecimiento casi permanente de miles de compatriotas que no puedan ni siquiera tener luz artificial en horas de plena necesidad de ella.
Hasta el menos instruido en la materia sabe que con el crecimiento poblacional, sumado a épocas de calor, se elevan los picos de utilización eléctrica, por lo que no deberían ser suficientes las justificaciones de averías constantes.
La no previsión adecuada, es decir la falta de inversión correcta y correspondiente en la Ande, es como crear por manos propias un “blackout”. Esta ineficiencia cimentada por gobiernos anteriores, generan, además de rabia y falta de sueño por el infernal calor, tremendas pérdidas para el sector productivo.
No se discuten los incrementos exponenciales del uso de suministro eléctrico, pero justamente la falta de previsión técnica adecuada, y primordialmente la no inversión gubernamental, lo que convierten el contexto en insoportable y no concordantes con las altas tarifas por el servicio.
Nadie se dignó en su momento de proyectar más allá de la contemporaneidad, arrojando el problema de falta de estimación e inversión a los siguientes, con lo que se mide el despropósito de concretar servicios modernos. Se prefirió lucrar, desangrar al ente, en nombre de la permanencia en el poder.
Se sufre las consecuencias de no aggiornarse, propia de un tercermundismo con líderes irresponsables, creando órganos de Estado desfasados y con alta posibilidad de colapsos.
No es un problema menor la no actualización de servicios, por lo que como política de Estado es urgente que se apliquen medidas correctivas.
Una emergencia eléctrica lenta, cuyos efectos positivos se verán en meses más allá de la paciencia de la ciudadanía, solo agobian, por lo que la obligación es actuar ya.
Las estructuras deben ser modernizadas, por lo que colocarlas en condiciones será una muestra que este gobierno ve más allá de intereses mezquinos.