A modo de ilustración, política pública es un proceso de planeación, por lo que lógicamente implica plazos extensos, orientados al cambio de realidades sociales de trascendencia. Es decir, consisten en el diseño de respuestas sostenibles a la multiplicidad de problemas sociales existentes.
Sin lugar a dudas la necesidad alimentaria es un problema social, un problema no resuelto pese a intentos de políticas aplicadas a lo largo de administraciones oficiales.
El planteamiento del Gobierno actual del Presidente Santiago Peña, de reformular el Programa de Alimentación Escolar, centralizando los fondos en un Ministerio, pero siguiendo con el involucramiento de gobiernos regionales y locales, y sectores asociados en la educación pública, muestra la importancia de actualizar políticas públicas y cambiar populismos por tecnicismo.
Si bien una política pública está definida dentro de una visión de largo plazo que sobrepasa periodos de gobiernos, ello no desata a la necesidad de aggionarla, ante resultados no esperados.
Existe alguna duda en la ineficiencia estatal en la aplicación de esta rama de la necesidad alimentaria? Las administraciones gubernamentales deben orientar el proceso de cambio frente a realidades sociales, para resolverlas. Siempre el componente humano es el desarticulador de esas políticas, por lo que el plan debe ir encadenado a evitar que miserables vean alternativas de lucro, antes que hacer patria.
En teoría, con el Fondo Nacional de Alimentación Escolar, se buscará blindar dentro de una misma caja todos los recursos destinados al ámbito en cuestión, ampliando incluso las fuentes de financiamiento, a más de redireccionar los recursos del Fonacide, una de las “latas” preferidas para meter la mano.
A las reglas y acciones encaminadas a resoluciones y respuestas a las necesidades comunitarias, sus intereses y preferencias, se deberá reforzar los cortes de manos largas ligados al poder político, a fin de hacerlo realmente mejor que la anterior forma de combatir el hambre de escolares.
Toda acción puesta como política pública necesita ser constantemente evaluada, por lo que reformulaciones deberían ser habituales, toda vez que sean realmente para bien general. De ahí a que un plan conforme su complejidad, primero se identifica qué hacer, para luego plantear cómo hacerlo debidamente y por medio de qué metodologías, canales y rubros.
Una política pública habilita a la gestión de activos nacionales, por lo que enfocar su correcto manejo no es literatura vaga, sino infranqueable, si en verdad hay propósito de combatir un mal, dando solución definitiva. Esto en efecto no se dio hasta la fecha con las meriendas y almuerzos escolares, teniéndose ejemplos en casi todos los municipios del Alto Paraná, de los verdaderos comensales del programa. Bandidos y sinvergüenzas.
Una inversión tan alta de dinero público, para llegar a un ínfimo número de niños, niñas y adolescentes, es de por sí un bochornoso episodio de mediocridad y malvivencia que no debía seguir. Hay en demasía desperdicio de dinero de la gente, sin que se mejore servicios públicos y sin dar respuestas a inquietudes ciudadanas, por lo que es momento de crear estructuras eficientes y dinámicas para optimizar gestiones que mitiguen significativamente los males del país. La reformulación de políticas públicas es urgentemente necesaria.