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La integridad policial y ciudadana

La labor policial, hace un buen tiempo absolutamente desacreditada por razones sobradas, solo tiene una opción para recuperar un mínimo de credibilidad, resultados contra la criminalidad.

Ni discursos repetidos, ni promesas sirven ante el imperio de la delincuencia en el Alto Paraná, y puntualmente en Ciudad del Este, donde los hechos punibles se suceden reiteradas veces sin acción en consecuencia.

La zona presenta la totalidad de tipificaciones de hechos sancionables por la ley, con lo que se tiene la dimensión real de la importancia de imponer lo correcto lo antes posible. La anarquía originada por bandidos de todos los tipos y castas, no se espanta con retóricas, y no se zozobra con rotaciones de personal.

El nuevo titular regional de la Policía Nacional, entiende que no tiene tiempo ni tolerancia como para seguir en el mismo nivel de letargo, por lo que si desde ahora no se muestra diferente a sus antecesores, correrá la misma suerte.

En la medida de aprehensiones de criminales, ante la puesta en certeza de no impunidad para policías partícipes de hechos contrarios a las normas, se podrá tener espaldarazo del pueblo y reconocimiento de un trabajo bien hecho. Que debería ser normal.

La posición ciudadana de duda hacia su policía, no es antojadiza o exagerada, sino fruto de años de atropellos de la inseguridad con la mirada cómplice de las fuerzas del orden, pereza fiscal y justicia venal. Este conjunto es la verdadera organización mafiosa que condena al pueblo al peligro constante.

Se carga de antemano con fojas sucias corporativas, por lo que todo cambio de cabezas pareciera un parche no durable del mismo elemento de alimañas.

Sin lugar a dudas que la criminalidad se combate entre todos, pues es una realidad y consecuencia social. De ahí que la ciudadanía también debe hacer su parte, con cuestiones muy básicas, donde los padres de familia eduquen efectivamente a sus hijos en valores, y con el mismo rigor con que juzgan hechos ajenos. Que no sea complaciente con corrupciones que les favorezca y que la legalidad también sea vivenciada y no solo exigida para terceros. Esto es fundamental para que se tenga sobrada autoridad moral para apuntalar y no admitir ningún tipo de mafias en la comunidad que se habita, dejando como legado a hijos formados bajo criterios de honestidad y utilidad.

No es poca cosa adquirir celulares robados por el bajo precio, no criticándose en ese momento el costo ajeno de sangre. Dejar la hipocresía es aleccionador, acrecienta autoridades y por más que no parezca tener relación alguna con la agobiante marginalidad, es su cimiento la participación pasiva de la comunidad.

La restitución de la seguridad, o al menos un equilibrio en favor de la gente honesta, tiene a estos componentes primordiales. La integridad policial y ciudadana no puede dejar de dar frutos, por lo que ejercerla es la garantía de mayor paz y tranquilidad para quienes respetan lo de ganarse el pan con el sudor de su frente.

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