La conducta de varias personas, y primordialmente de quienes tienen afanes de aparecer siempre como bandazos de fachada y otros que están al acecho de eventuales respaldos para comicios, denota preeminentemente intereses mezquinos y hasta deshonestos, bajo el ropaje de solidaridad. Vidas torcidas hacen de obligaciones morales, éticas, religiosas y legales, nada más que momentos para alimentar egos y codicias.
Como se ha visto casi siempre, hasta en desgracias, muchos que se visten de humanistas para aparecer en fotografías y redes sociales, no son más que habladores oportunistas.
Ocurren episodios que acrecientan necesidades materiales, como el presente frío, inundaciones, y hasta lúgubres como fallecimientos violentos, que sirven para en varios casos percibir el importante apoyo de la gente común y corriente. Alimentos, vestimentas, medicamentos, dinero en efectivo, un lugar para guarecerse, recorridos con lanchas para búsqueda de cadáveres, forman parte de la asistencia de quienes no son pescadores en río revuelta, y que no necesitan ruido para cumplir con el deber humanitario.
Gente común con gestos solidarios, demuestra que el interés por los menos favorecidos no ha cesado y sigue siendo propio del gen paraguayo.
Ciudadanos sin ningún interés más que dar una mano al prójimo, colocan los valores humanos en plena práctica, dando bofetadas a los bastardos políticos y personajes que someten a vejámenes a cambio de ayuditas.
No serán soluciones, pero formaron parte de roles sociales e institucionales, sin distinciones ni intenciones electorales. Los verdaderos solidarios, sin esperar que la asistencia venga de quienes están obligados en forma legal a hacerlo, emprenden acciones, siendo participes de la necesaria colaboración en cada tipo de circunstancias desgraciadas.
La ayuda comunitaria que sabe comprender y reconocer roles individuales en la solidaridad, siempre hace la diferencia.
Prácticamente se está acostumbrado a desastres y a mucho dolor, por lo que acompañamientos manifiestan una empatía concreta, y no solo de expresión de deseo o críticas de quienes desde curules no hacen más que vomitar improperios.
Involucrarse decididamente en ayudas, sin importar colores, ideologías y religiones, sin utilizar acciones como autopromoción, es lo verdaderamente preponderante.
Del mismo modo exigir de quienes ostentan el poder, tanto en municipios, departamentos y a nivel nacional, más ayuda y menos habladuría o críticas, también es un rol ciudadano requerido.
Pescar en río revuelto, como muchos lo hacen, es asquerosamente penoso y denigrante, por lo que no deberá surtir efecto en la gente pensante.
Se escucha mucho de quienes son especialistas en aprovechar la desgracia humana para hacer politiquería. Las dificultades ajenas han despertado históricamente la solidaridad basada en la fraternidad de conciudadanos, y es esa la que tiene valor, el resto no es más que aparición circense de manipuladores de la solidaridad.