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La necesidad de marcos legales y éticos

Con la pérdida casi total de la vivencia de valores humanos, cristianos y sustancialmente el desprecio a la vergüenza, se genera en las personas que lo inmoral, anti ético y deshonesto sean comunes, sin reproches.

Y en ese sentido, cuando se pierde la vergüenza se supera el límite correcto y la conducta pasa a ser mero reflejo de interioridades nefastas e inmundas sin que ocasione ni un gramo de peso de conciencia.

Todas las profesiones poseen especímenes que lo denigran, y entre ellos los medios de comunicación. Con títulos o sin títulos, con nombre, renombre y con poca fama, se sigue contando con periodistas de bajo nivel ético, que se someten a intereses no precisamente de la veracidad.

Pero pese a la generalización profesional de lo incorrecto, el más claro ejemplar de cómo llevar una vida desordenada y sin rubor, se tiene en el quehacer político, donde muchos seudo líderes solo se especializan en salamerías y en denigrar a adversarios de turno.

Caer en lo más soez incluso suele tener título universitario y posgrados, lo que marca a las claras que la verdadera educación,  la que se trae de cuna y del contexto vivido, es la que predomina en la vida pese a intentos de fingir lo contrario.

La ciudadanía que tiene dos dedos de frente, suele ser testigo directo, casi a diario, de cómo se desenvuelven médicos, fiscales, abogados, educadores, religiosos, escritores y  periodistas en sus respectivos rubros, dejando al tapete tremendas ignorancias adrede, pero por sobre todo una carencia de educación sustancial y la vivencia de valores.

Los malos tratos a personas con escasos recursos económicos o desprovistos de instrucción por parte de médicos y otros tantos funcionarios públicos, dan la pauta que ser maleducado con soberbia no tiene origen en la mediocridad de formaciones académicas que sí se padece.

Se puede incluso colgar una docena de títulos que no sacará la pusilanimidad mental.

Los miembros de la clase política que ostentan cargos, trafican influencias, presionan sobre personas e instituciones para buscar beneficios propios por sobre el interés general, desnaturalizando la verdadera esencia de hacer política, no teniendo ni sanción moral.

La política es el rubro donde la mayor cantidad de pelagatos tiene, por lo que el resultado es directamente proporcional a capacidades intelectuales y morales.

Todas las profesiones, todas, necesitan un marco legal y ético para poder cumplir con deberes y obligaciones en la moldura de lo correcto, pues el principio de la libertad debe estar penosamente dentro de un marco, pues se lo utiliza como seudónimo nada más del libertinaje.

Es penoso cuando se pierde la vergüenza, pues así facilita que la verdad y mentira tengan el mismo aspecto conforme a conveniencias.

Desactivar la conciencia para no inquirirse sobre conductas es de personas inmundas, sin la existencia de al menos un escrito que rememore que ello no es correcto.

Todas las situaciones repetidamente vividas en los diferentes estamentos deben llevar a la reflexión de que lo fundamental dejó de ser tal por la fijación única en lo material.

Lo politiquero coincide exactamente con la desvergüenza, donde todo elemento sea real o ficticio, destruya o no, son válidos con tal de denigrar a contrincantes y arroparse de una falsa justicia.

La regla inquebrantable es que una mala persona, no podrá ser un buen profesional, no pudiendo eludirse esto por mucho tiempo ni con populismo, tecnicismos o publicaciones. Debe establecerse trayectos bajo obligación legal a todas las profesiones, y rememorar en cada paso principios éticos al que solo se gusta recordar a otros, cuyas transgresiones tengan sanciones severas.

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