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La postergada adecuación estructural de la ciudad

A un poco más de una década atrás, se había traído como planteamiento necesario una adecuación sostenible de áreas del centro de Ciudad del Este, en el marco de una planificación de crecimiento ordenado. Incluso concretándose a medias un proyecto de planificación de urbanistas extranjeros, presentados como gurús del ordenamiento de distritos.

Si bien esto fue más publicidad política que otra cosa, no deja de ser una cuestión absolutamente necesaria de ser encarada.

La falta de previsión tiene consecuencias negativas para cualquier rubro, y en el caso del crecimiento natural y los requerimientos contemporáneos de una ciudad es aún peor.

Como está visto, el desorden no favorece a nadie, al menos dentro de los criterios de seguridad y formalidad.

La capital del Alto Paraná es fundamentalmente comercial y sustentada por las compras de extranjeros,  y en ese sentido, las zonas del microcentro siguen careciendo de infraestructura básica, por lo que no es de extrañar del por qué no se ha planificado su mejor desarrollo.

La adecuación vial, de paseos centrales, de zonas comerciales quedó en el inicio, y de ello ni siquiera se habla en la gestión de quienes en teoría son mejores que los anteriores referentes comunales.

Urge tener un interés real en la planificación, y desde ya trabajar en las especificaciones que permitirán a la ciudad contar con debida forma y esencia.

Las proyecciones básicas ayudan a que las comunidades tengan una hoja de ruta que favorezca a su fundamento duradero, sin que luego, por desidia, se tenga que generar el caos de cambios más traumáticos por inoperantes.

La cultura de la previsibilidad es relevante para la sociedad manejada por visionarios y efectivos líderes. Solo gastar dinero de la gente en nimiedades e inflar pecho por adornitos de altísimo costo, dejando de lado lo sustancial, es de grandes, pero de grandes mediocres.

Gusto o no, todo intendente así como concejales, que solo se ocupan de populismos y empedraditos, no sale de la pequeñez en gestiones.

Solo aquellos que se animan a romper con lo insignificante y asumen el compromiso de elevar a la comunidad a un sitial superior de ordenamiento territorial y servicios básicos, es el que lega algo útil. Hacer lo mínimo es para cualquiera.

Y si bien las comparaciones son odiosas, en lo único en que Miguel Prieto y compañía superan a los Zacarías, es en el robo de la cosa pública.

El reproche es general, y a este ritmo, el desorden y la estructura medieval seguirán adornando al núcleo de la ciudad, así como sus alrededores. Si los enfoques seguirán por el camino de “lucecitas” y los despilfarros destinados al lucro indebido, los esteños deberían reconsiderar apuestas.

Proponer más de lo mismo, no es muy atractivo, y como diría el buen Horacio M., los mediocres y los tibios no producen nada, ni siquiera enemigos.

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