Los recursos humanos son fundamentales para el desarrollo de acciones conducentes desde estamentos públicos y privados, por lo que priorizar la profesionalización no es una cuestión menor. Más todavía teniendo en cuenta que la función pública, hace añares, es propiciada por un rejuntado de operadores políticos de profesión.
Y si bien se ha tomado como normal que los nombramientos sean mayormente por cuestiones de negociaciones políticas, está a la vista que la inoperancia y la justificación de la burocracia son resultados de esa determinación, periodo tras periodo.
Por una cuestión natural, los funcionarios públicos deberían ser el engranaje fundamental del funcionamiento del país, y no solo principal traba y cercenador de Presupuesto General de Gastos.
No por una cuestión nada más de leyenda urbana, sino por praxis de muchos empleados públicos, se adquirió con justicia el concepto de poco trabajo, mala atención y coima. Traficar influencias también tiene plaqueta.
Y con objetividad se tienen tantos ejemplos de lo que no debe ser y de lo que sigue vigente, pues el cambio de favores oficiales es la forma de pago por la bendición de líderes políticos que logran los cupos a cada negociación.
No es un hecho sin importancia, pues la ineptitud es caldo de cultivo para el despropósito de servicios públicos, y fundamentalmente para la corrupción galopante en muchos estamentos.
De todo un poco se viven en organismos y entidades, justamente por la preeminencia de astutos con malicia, que someten a personas desesperadas por renovaciones de contratos.
Hasta para saciar bajos instintos o su sed de dinero, son utilizados padrinos políticos instalados en la función pública.
La inmoralidad sigue siendo corriente y penosamente creciente en lo estatal, para desgracia del pueblo ansioso por mejorías para la generalidad.
Los cupos políticos que instalan a miserables en cargos importantes, permiten la fortaleza de la forma más grave de corrupción, que asechó desde siempre la función pública.
Varios titulares de instituciones y entes públicos son analfabetos funcionales y resaltan más en intimidar para lucro indebido.
¿Acaso terminaron muestras de soberbia e ignorancia de expositores de cargos públicos que se valen de medios para auto promocionarse?
Otro gran problema de la labor oficial, es el inmenso número de malvivientes impunes, que robaron hasta meriendas de alumnos, pero por blindaje del poder no son molestados por la justicia.
No puede seguir siendo normal que las denuncias contra quienes abusaron de sus potestades, que manipularon licitaciones, y lucraron con negociados, queden en la nada.
Igualmente, es poco coherente que directores de Itaipú Binacional, que traficaron influencias para ingresar a los suyos sigan en cargos, demostrándose que todo no pasó de bluff. Y la festichola seguirá.
La función pública ya no debe ser integrada por quienes no tienen el sentido de patriotismo y no ponen en práctica diaria la integridad. Son valores fundamentales que deberían ser cedazos permanentes en el rubro.
La optimización de la función, por medio de la profesionalización real, implicará mejorar los servicios públicos, por lo que es menester ciudadano exigir que la regla sea cumplida.