Luego de vivir en un verdadero oscurantismo en el Este por mucho tiempo, sobrevino el tiempo de “cambio” con la salida del Clan Zacarías de la comuna, destapándose innumerables hechos de corrupción que valieron el cese de la maquinaria electoral e institucional que generaba impunidad.
Esto facilitó a la ciudadanía coherente, la que no vivía atada a hilos de zoquetes, mediocridades intelectuales y tenía la capacidad de visualizar más allá de sus narices, tomar decisiones de no someterse a apoyos plenos a políticos, por el simples hecho de asumir que apariencias son conductas propias y que las bondades de los medios de comunicación esgrimidas hacia una persona, no precisamente eran gratis. Se comprendió, al menos en un sector que tiene pensamiento crítico, que no se vivía en el “Edén”.
Pero como todo es cíclico, y repetitivo, lo que se creyó desterrado renació con fuerza, con apellido distinto se forjó un nuevo Clan, con los mismos vicios periódicos y grandes beneficios económicos para los protagonistas. El Déjà vu es completo, con episodios del pasado reencarnados tan literalmente que negociados son concretados sin rubor, incluso en tiempo de emergencia sanitaria.
Propalar grandilocuentes discursos sobre lo maravilloso de gestiones cumplidas en intendencias nos devuelven al pasado de un solo golpe y marean a la memoria, al punto de confundir el hoy con el ayer. Casi ninguna diferencia. Y hablando de repeticiones, repetir y repetir supuestas acciones sobrenaturales de los encargados de manejar la comuna esteña, también es de propiedad intelectual zacariista, por lo que similitudes no son por mera coincidencia.
La tragicómica administración municipal también se vale de los antiguos “llamadores”, hoy convertidos en “posteadores”, en esencia, caninos amaestrados para ladrar y morder cuando se les ordena. Todo pagado con el dinero de los contribuyentes. El cambio es de seis por media docena.
Las mismas acciones irregulares son bofetadas reiteradas a la ciudanía y esto no es invento de sectores políticos que perdieron espacios, sino de hechos palpables y verificables. Es lamentable burlas a la ciudadanía y secundadas por autoridades políticas que dicen que se hace mucho, pero hasta el momento lo más importante que hizo fue lucrar.
Gritar realidades inexistentes, no los hace visibles.
Pedidos de mayor transparencia no se pueden plantear como intentos de quebrantar voluntades populares, pues son asuntos propios de administración pública que deben demostrarse con documentación fidedigna, no con bravuconadas secundadas por capangas con salario municipal.
No es ninguna persecución el deseo de conocer qué se hace con la cantidad impresionante de dinero del pueblo. No es pecado cuestionar ciertos aspectos, pues si hay dudas caben respuestas, no retóricas, sino muestras documentadas.
También ya se vivió que ante cualquier reclamo sobre el uso del dinero público se juegue a matar a quienes tienen dudas. Es penoso que se siga el mismo esquema de degeneración de la verdad, patentado por antecesores, pero perfeccionado por prietistas.
Bajo ningún concepto verosímil se puede plantear buen trabajo, correcto uso de bienes públicos y ser el sobrenatural mejor intendente del “mundo mundial”, cuando lo mejor que se hace es chicanear ante la justicia y despojar de celulares a críticos.
“El verdadero discípulo es el que supera al maestro”, y a este ritmo sería inevitable superaciones, lastimosamente no en cuestiones filosóficas.