Cada 1 de mayo, el Día Internacional del Trabajador, se conmemora la lucha histórica de los trabajadores y trabajadoras por sus derechos y su dignidad. Es un momento para reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos que aún persisten en la búsqueda de condiciones laborales justas y respetuosas.
En esta celebración, es fundamental recordar la importancia de dignificar al obrero, a la persona que con su esfuerzo diario contribuye al desarrollo de la sociedad. La dignificación no solo implica garantizar un salario justo y condiciones laborales seguras, sino también reconocer el valor humano de cada individuo que aporta con su trabajo.
Históricamente, los trabajadores han enfrentado diversas formas de explotación y discriminación. Desde las duras condiciones de la Revolución Industrial hasta las luchas sindicales por derechos básicos como la jornada laboral de ocho horas, la historia del movimiento obrero está marcada por la resistencia y la búsqueda de justicia social. Pedidos reiterados, por justamente la repetida desidia oficial de custodia.
Hoy en día, aunque se ha avanzado en muchos aspectos, aún persisten desafíos importantes. La precarización laboral, la falta de protección social, la discriminación y la desigualdad de oportunidades son realidades que afectan a millones de trabajadores en todo el mundo y especialmente en el Paraguay.
Por eso, en este día es fundamental reafirmar el compromiso con el ennoblecimiento del obrero. Esto implica no solo mejorar las condiciones laborales y salariales, sino también garantizar el respeto a su condición humana, la igualdad de género, la inclusión de las personas con discapacidad y el reconocimiento de la diversidad cultural.
Es necesario promover un diálogo social constructivo entre empleadores, trabajadores y gobiernos, basado en el respeto mutuo y la búsqueda de soluciones consensuadas, que redituarán en mejorías integrales para todos.
Solo así se podrá construir una sociedad más justa, inclusiva y equitativa, ideales perseguidos desde tiempos inmemorables.
En este día, se debe honrar la memoria de quienes lucharon por los derechos laborales y renovar el compromiso con la dignificación del obrero.
El trabajo debe ser justo, con pagos correspondientes, equitativos y sin condicionamiento más que la aptitud humana, garantizando el pleno respeto a esa condición que lo arropa de derechos innatos.
Los propietarios de empresas, jefes de dependencias estatales no pueden tener la libertad plena para someter a trabajadores, empleados y dependientes, despreciar a la persona o abusar de la condición de superioridad. Estos son hechos que hoy tienen sanciones de las leyes, por lo que es importante no aceptar grilletes modernos y denunciar. Para ello, las instancias contraloras de derechos y obligaciones de empleados y empleadores, deben emprender acciones íntegras y de coraje.
La deuda es alta de las instituciones oficiales, que manejan normas perfectas, pero que se dejan someter por lo vil del dinero sucio de espectros que se hacen llamar empresarios. La reivindicación del trabajador es un deber moral y obligación legal, por lo que es innegociable seguir en el mismo rumbo de la denigración del hombre.
El acceso laboral es hasta una cuestión bíblica, por lo que ninguna persona está completa sin un trabajo correcto, bajo condiciones adecuadas y dignificadoras.
Que la labor diaria sea complemento humano, no una cadena mortificante regida por una modalidad moderna de esclavitud denigrante.