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Los gurús

Conforme conceptos generales, un gurú es una persona a quien se lo tiene como maestro o guía espiritual, o más precisamente a quien se le reconoce autoridad intelectual y por lo tanto es escuchado por comunidades enteras como indicador de direcciones a tomar.

El auge de las redes sociales ha originado el advenimiento de autoconsiderados gurús, valiéndose de la permisiva libertad de expresión, causando posiciones desde las más objetivas, hasta las más hilarantes.

Lejos de espiritualidades e intelectualidad, los nuevos gurús son imberbes, payasos, y mercenarios, que para peor de males surten tremendo efecto en la opinión y conducta de personas igualmente cortas de inteligencia.

Se brinda espectáculos como método de incidencia desde plataformas abiertas, incluyendo a los propios medios de comunicación tradicionales que se empecinan con el vyroreí como noticia y el chisme como fuente.

Esta realidad  debería generar primero vergüenza y luego análisis serio de lo que se propala como creencia, verdad o justicia. Las sentencias de los gurús contemporáneos no son poca cosa por el arrastre que tienen, pues se vocifera a manadas.

Efectivamente las plataformas de comunicación social son elementos de suma importancia, y no son los responsables, sino quienes en su astucia los utilizan para insistir en opiniones sobre asuntos de ciencia, gobernabilidad y conducta social, llevándolo hacia el desatino. Si todo quedara en mera anécdota sería inocuo, pero ahora bien llevarlo a la praxis, como se ha visto incluso en tiempos de pandemia, puede ser grave, impulsando a absurdas creencias y descerebradas acciones.

De la misma forma, tildar de bandidos de manera repetida a adversarios políticos, comerciales, o a quien se anime a hacer denuncias objetivas, contando medias verdades y ocultando toda la historia, es igual de preocupante.

Hay demasiados mequetrefes intelectuales fungiendo de filósofos e investigadores.

Este es el tiempo donde la lectura es mayormente de horóscopos y las fuentes de información periódicos amarillistas, por lo que es explicable  la dificultad de tener mayormente a  ciudadanos que medianamente comprenden que hay criterios concordantes con la veracidad, más allá del tiktok.

Los seudo gurús no son más que distractores de la realidad.

Es de suma importancia que comunicadores reales y éticos asuman el rol de la profesión y no se dejen inundar por modismos de ser francotiradores, conforme intereses mercenarios.

Desde el momento en que no se puede diferenciar qué medios son los más cercanos a la verdad retratada, se ingresa a lo preocupante.

Pero, qué esperar de una sociedad donde proliferan pasquines y espacios radiales para lo igual o más burdo que las redes sociales.

Retomar las reglas básicas de la comunicación, echar luz a lo poco claro, informar sin sesgo y no usar la tinta para extorsionar, podrían ayudar a determinar brújulas certeras para la población carente de dirección clara por la vigencia de gurús de la estupidez. La denigración de la comunicación formal, se debe justamente al descrédito merecido de medios convertidos de informativos a propagandísticos. De ahí que los medios alternativos tomaron la posta de esparcir vyroreí constante, ligereza de condenas, y la defensa de la propia ignorancia.

Valerse de la libertad de expresión es un derecho constitucional. Sean profesionales de la comunicación, o cualquier individuo que se vista de periodista, pueden hacer uso de dicha facultad por el medio que fuere, pero nadie está exento de hacerlo con absoluta responsabilidad.

Tener detrás a un importante número de seguidores con poca capacidad de discernimiento ha dado vida a tiranos y psicópatas, por lo que no puede ser minimizado el contexto presente. Los guías deben ser apóstoles de la verdad basados en la ciencia y en liderazgos positivos.

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