Son tantas cosas anormales que se hicieron práctica corriente en el país, que varios asuntos irregulares se hicieron de conocimiento popular, pero sin ser reclamado.
La cuestión histórica de nepotismo, “chonguismos” y comercialización de cupos en los diferentes organismos y entidades del Estado, no ha causado hasta hace poco ni siquiera rubor en quienes lo institucionalizaron y crearon castas privilegiadas a costa del dinero del pueblo.
Ese era uno de los males que se prometió desterrar desde sucesivos Gobiernos, pero llamativamente fue potenciado, teniendo en este tiempo una connotación de escándalo, pues se abusó del tráfico de influencias para vulnerar exageradamente concursos de méritos y aptitudes.
Y en ese menester, Itaipú Binacional es sin dudas la joya principal, la gallina de los huevos de oro, por los salarios exorbitantes.
Lo que se desnudó con la asquerosa manipulación del concurso externo para incorporar a funcionarios de la Entidad, es nada más una parte del vejamen practicado por los propios altos gerentes de la Binacional, que no contentos con colocar a hijos, hijas, sobrinos, amantes, “venden” los espacios. No siendo esto leyenda urbana, se tiene como consecuencia la anulación del burdo concurso.
La práctica es funesta, pues cualquier amaño con fin de favorecerse o favorecer a quienes uno tiene interés personal, encamina a las mismas ineficiencias y derroches que sucumbieron a instituciones enteras, y por la que hasta ahora la población debe pagar.
No es un error administrativo, sino un hecho punible la manipulación para favorecer, por lo que el Directorio de Itaipú no debe tener contemplación alguna hacia los que siguen lucrando con la corrupta manera de denigrar a miles de profesionales, con el chonguismo. Malvivientes funcionarios de Itaipú no pueden quedar en la impunidad y solo afectar a quienes concursaron con la más noble intención de lograr un trabajo digno, basado en conocimientos técnicos adquiridos con años de estudios.
Exigir ocupar cargos o reemplazar a otros que no gozan de la simpatía, con salameros propios, es fortalecer mediocridades, contrarias a una administración eficiente, transparente y útil para el país.El parentesco o la amistad íntima con alguna autoridad, no puede ser el único argumento para gozar de privilegios, o cometer atropellos.
El cambio implica no seguir por la misma senda de la burla por tener antigüedad o cargos de superintendentes, y poder cometer fraudes sin sanciones. Es momento de proponer acciones que concreten la anhelada igualdad de oportunidades y no al penoso padrinazgo de círculo vicioso.
No pasa solo por ser pillos para ayudar con interés sanguíneo, sino menospreciar el esfuerzo de quienes por años se destacaron en lo académico, brillaron en lo profesional y adquirieron experiencias, pero a la hora de intentar ingresar a puestos en Itaipú y espacios estatales, son burlados con la contratación de quienes solo los superan en apellidos.
Autoridades, líderes políticos y ciudadanía en general deben apuntar a la moralización de la función pública, no permitiendo que se sigan con la misma mediocridad consanguínea.
Dar paso a la calidad mediante méritos y aptitudes no es un premio, sino un derecho que debe comenzar a cumplirse, moleste a cúpulas de sindicatos o genere enojos en delincuentes con plaqueta roja.