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Los que prometieron ser mejores

La actividad política permitió históricamente tarima a personajes que demostraron real interés en una mejor representación del pueblo ante el poder, como así también a una gran mayoría de burdos expositores del populismo, rozando lo circense, que han asumido el reto de reivindicar al rubro.

Como fenómeno propio del hartazgo hacia los políticos tradicionales, se dio vida a todo tipo de personas que decían pertenecer al grupo de opositores al sistema, entre ellos a trastornados, viciosos e hipócritas juzgadores de los pecados ajenos, encubridores de los propios.

Poco avezados para asuntos realmente importantes, pero con la caradurez necesaria para descalificar o magnificar conforme percepción interesada, e incluso colocando de relieve puntos de vistas que surten efectos no solo en la ciudadanía con poco discernimiento, sino causando impacto en estamentos del poder.

Se ha visto en este transitar que el 99% de quienes manifestaron llevar la bandera de la decencia y del interés por el pueblo, ser protagonistas de los mismos vicios del beneficio personal, asumiendo posición de víctima ante denuncias judiciales por robos de la cosa pública e incluso por abuso sexual. Inmorales que se pasaron juzgando a otros, mientras entre bebidas y alucinógenos sometían a adherentes a bajos instintos no consentidos y bajo engaño.

Diferentes solo en colores y habladurías, irresponsables, mentirosos y manipuladores.

Los que prometieron ser mejores, solo fueron para propias economías y para traficar influencias.

La decepción es correcta y las justificaciones de persecuciones el mismo chiste escuchado por todos los malvivientes de guante blanco.

Al menos deberían tener un mínimo de vergüenza a la hora de apuntar el dedo hacia los “malos”, pues la hipocresía es tan indisimulable como las cejas de Payo.

No hay real paladín de la justicia, ni llanero solitario. Priman actores que se valen del desespero ciudadano para embaucarlos en cada elección, siendo una mínima excepción acciones correctas y de utilidad general.

Los resultados son determinantes, no los discursos de populistas que causan más daño que beneficio para la ciudadanía.

Es momento de cambiar a personajes poco célebres y dejar de ser inducidos por profetas del día después.

Los que no fueron útiles para traer mejores tiempos ni siquiera para una comisión pro-empedrado, no han generado el cambio prometido.

La moda de autocalificarse entre opositores como impolutos, solo ha sido marketing para intentar incrementar valor de alquileres de conciencia.

El pueblo no es tonto y a medida que transcurre el tiempo va diferenciando a perorateros y pescadores de ríos revueltos. La deuda política de los opositores es tan igual o mayor que la de los oficialistas, por lo que intentar obviar esta realidad es necedad.

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