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Manos a la obra

El cambio en la Dirección de la Policía del Alto Paraná era un hecho absolutamente cantado, esperándose que al menos prevalezca lo de escoba nueva. El comisario Blas Vera, saliente, no cumplió en lo mínimo con su tarea de liderar a los agentes en la lucha contra la criminalidad en el Este, con lo que no existe molestia o argumento válido para escaparse del fracaso. Al menos el ejemplo deberá ser aleccionador para el nuevo titular policial, el Crio. Gral. Feliciano Martínez.

El anuncio hecho por referentes nacionales del estamento de seguridad, sobre operativizar a todo el personal disponible en el departamento, es uno de los pasos requeridos para crear un ambiente por lo menos de sensación de seguridad. Pero ello no debe ser circunstancial, o solo con la venida de autoridades nacionales, sino permanente.

Ello implicará que muchos locales comerciales y personajes deban ceder a agentes que se desempeñan como guardias privados, algo absolutamente necesario. Es totalmente un contrasentido que senadores, diputados, gobernadores, intendentes, concejales tengan como ordenanzas a policías, mientras el pueblo padece embates de la delincuencia de todo tipo. No se escapan empresarios y encargados de medios.

De la misma forma, evaluaciones anunciadas del personal a disposición, no es una cuestión de opción, sino obligación a efectos de comenzar fuerte, y que se pueda sentir diferencias. Un jefe que no está en las calles, no tiene, o mejor, no quiere tener idea de la realidad.

Seguir detrás de escritorios y vociferando órdenes, no será muy distinto a lo hecho hasta ahora. No hay tiempo para excusas y lamentos, es imperativo poner manos a la obra.

Todos conocen las carencias materiales y de recursos humanos en la institución policial, pudiendo esto amainarse con capacidad de gestión de las cabezas, y colocando en las calles a policías “comisionados”.

No tolerar ineptitudes y complicidades es otro requisito para mejorar el trabajo policial. Los jefes de comisarías tienen la misma obligación de evaluación, presencia en las calles y cero pasividad ante la delincuencia.

Si esto se desarrolla con sostenibilidad, se podrá romper con el desequilibrio de desespero causado por marginales. Los que deben temer tendrían que ser los delincuentes, ya no la gente trabajadora.

Apelar como solución a un mero cambio de Dirección sin aplicar acciones distintas y dinámicas, es como cambiar seis por media docena. Urgen acciones, ya no meras retóricas.

Lo que también es necesario es que la ciudadanía honesta imponga su voz para exigir resultados a sus representantes ante el poder central. Las autoridades políticas locales hasta el momento no se han interesado en el drama social de la inseguridad, con lo que se clarifica el grado de interés en el pueblo. Las desidias empeoran las condiciones de vida ciudadana, pero solo porque esta lo tolera.

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