La situación país, fruto de desidias históricas, debe tener al menos un trabajo más serio de los dirigentes nacionales y regionales, que hasta el momento solo sobresalen por retóricas.
El desafío de quienes están en el Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Judicial, es demostrar diferencias con antecesores, y mostrar acciones positivas.
Tratar con todas las fuerzas por lo menos para minimizar las necesidades de la población nacional, es la consigna si en verdad se tiene algún propósito de interés general. Trabajar con la seriedad debida es innegociable y es momento de aplicarlo.
Independientemente a los problemas planteados, las necesidades instaladas hace décadas requieren de acciones que puedan frenarlas, no peleas por zoquetes o vendettas de resentidos ególatras. No se pide impunidad, sino que direccionar el mismo interés en castigar a adversarios, a cumplir con promesas electorales.
Es urgente optimizar la utilización del tiempo para generar respuestas, y demostrar que la población no se equivocó tan grande. La percepción actual es de pura decepción.
La inseguridad es agobiante y la población sigue siendo presa de facinerosos que actúan con más fuerza que la Policía Nacional.
Sumar a la salud pública en el contexto de menesterosa no es desatino. Salud es un cuento de hadas en el Paraguay, pero con tinte de terror para los que acuden a buscar algún tratamiento a sus dolencias. Los problemas son los mismos, los discursos calcados, por lo que ya es suficiente de conferencias y promesas.
Se requiere de total atención hacia las dificultades sociales y es compromiso del Mandatario dejar de lado cuestiones ajenas a su obligación, para al menos ocuparse de deberes presidenciales.
Lo de vivir en una burbuja es el mal de todos los que pasaron por el poder, y hay que mirar cómo terminaron.
Es momento de actuar.
Se aguardan realidades diferentes para un país aún sumido en el caos interesado, en el despilfarro del dinero de la gente, y el blindaje a malandros mal llamados representantes del pueblo.
El tiempo se acorta, los recursos son limitados, por lo que comenzar de una buena vez y optimizar recursos no es opción, sino obligación para quienes aspiran a salir del molde de la mediocridad oficial.
El epitafio político es repetido, por lo que los escritos de fracasos son tan coincidentes que resulta fácil vaticinios sobre gestiones presidenciales. Seguir con especulaciones o dejarse manejar como marioneta, da la certeza de que nada cambiará.
El pueblo merece mucho más de lo que se expuso hasta el momento, por lo que también debe comenzar a exigir con mayor firmeza un mínimo de respeto a funciones y obligaciones. No más retórica y visiones mesiánicas.