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Mientras la seguridad no sea tenida como política de Estado, todo seguirá igual

No proyectar, adecuar y aplicar un programa de seguridad fundado como política de Estado en el Paraguay, es sencillamente seguir con el esquema de operativos de acción sin resultados duraderos.

Al juzgar por el presente, ni siquiera se cuenta con algún esbozo de ideas fundamentales para frenar las diferentes formas de delincuencia vigentes en el país.

Si la atención policial, con el desarrollo de la idea del Gobierno Nacional, solo se centrará en responder tímidamente a cada hecho punible de alto repudio ciudadano, el resultante será el actual, de fracasos sucesivos y agobio del pueblo por el imperio de la criminalidad.

Al menos en la puesta en práctica, no existe programa sustancial, permanente y aplicable para la seguridad interna. Aunque siempre detrás de desidias existen intereses “superiores”, de marginales de alta monta.

No solo de hoy, sino de antaño, la falta de política de seguridad nacional efectiva, sustenta a la delincuencia organizada, pudiendo desenvolverse sin demasiada molestia y lógicamente fortaleciéndose.

Si se sigue teniendo el imperio de la inseguridad, es porque se sigue haciendo lo mismo, o mejor, no haciendo nada efectivo.

Prometer repetidamente en discursos colocar a gente capacitada al frente de estamentos de relevancia como la Comandancia de la Policía, Direcciones y Jefaturas, no dejó de ser justamente eso, promesas sin análisis pormenorizado de perfiles, fojas, y capacidad de desarrollar ideas que asesten golpes fulminantes a la diversidad criminal.

El propio Ministerio del Interior es un estamento integrado por ineficientes.

Mientras la Policía Nacional no cuente con una orientación más inteligente, razonable e íntegra, no se puede avanzar al siguiente paso de proyectar científicamente la lucha contra la delincuencia.

Reacciones a hechos consumados no es programa de seguridad, y hay que sumarle, o mejor restarle, que no se tienen resultados.

Si ni siquiera a la delincuencia de baja monta se puede frenar, qué será de ratas de mayor tamaño.

La inseguridad tiene un impacto severo en la mayor parte de la población.

En la diversidad de hechos, hasta policías son los patrones de malvivientes, por lo que existen demasiadas circunstancias a ser analizadas y accionadas.

Desde la necesidad de falta de mano dura contra la delincuencia, hasta la aplicación de una hoja de ruta que cercene pies y manos de los propiciadores de robos, asaltos y asesinatos, deberían ser de interés de las autoridades de los poderes del Estado.

No pasa solo por custodiar bancos y financieras en horarios de oficina,  sino trabajar en brindar fórmulas asertivas que eviten golpes a ellas y a la gente común, corriente, a la clase que día a día deja sus hogares para trabajar toda la jornada en búsqueda de alcanzar el alimento para sus hijos.

Acciones premeditadas, analizadas y por sobre todo experimentadas en países más serios, deberían conducir a los referentes nacionales a buscar  plantear propios antídotos contra el veneno de la criminalidad.

Se requiere más trabajo mental para el diseño y puesta en escena de programas a corto, mediano y largo plazos que busquen la restitución de la seguridad como regla.

De la misma forma, la ciudadanía debe exigir con severa fuerza a las autoridades que cumplan con obligaciones de diseñar y aplicar soluciones de fondo, no meros paliativos, para eliminar la plaga social de la inseguridad.

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