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No es factible estar mejor sin mejorar educación pública

Resulta inviable el progreso de una comunidad sin apostar seriamente en el mejoramiento de la educación pública. No considerar firmemente como política pública impulsar factores fundamentales del avance de un país, no tendrá otro resultado más que el poco desarrollo.

Brindar atención debida a la educación no es criterio equivocado, ya que sigue existiendo un gran déficit, no solo por lo inalcanzable para una franja importante de la ciudadanía de menores recursos económicos, sino en el nivel esperado y necesario en el ámbito de las ciencias. En ese contexto la educación terciaria de calidad es una falta agravada año tras año, con intentos no sostenidos de mejorarla.

No es una cuestión de análisis somero, sino episodios veraces, que ponen a las mismas universidades públicas de alto costo, sumado al engranaje necesario para que el ciudadano pueda cumplir con la meta de formarse, es decir, mejor servicio de transporte público, real seguridad y un currículo más aproximado a lo necesario para el mercado laboral actual.

Las estadísticas confirman que miles de alumnos secundarios desertan antes de culminar el ciclo, debido a los mismos dramas sociales de familias carenciadas, y especialmente de territorios alejados de las urbes. Otros que sí logran concluir, deben resignarse a esperar milagros para proseguir formaciones, por los costos, distancias, o cupos mínimos.

La educación sigue siendo el sector menos favorecido, primordialmente por la desidia gubernamental y el alto nivel de malvivencia de responsables de invertir en escuelas, colegios y casa de altos estudios.

Seguir con la postura mezquina de preferir recortar presupuestos de universidades, que eliminar privilegios innecesarios de la misma esfera del poder, marcan a las claras el interés para que se esté mejor.

Es tan claro, que pareciera llover sobre mojado, que al apostar en la educación se brinda el empujón para avanzar hacia un país con más alternativas, mediante el actuar de mentes pensantes que puedan ser útiles al progreso general.

Al ser tan básico el postulado, la primera consecuencia directa del acceso irrestricto a la educación pública es tener más chances de mejorar las condiciones de vida propia, e incluso la de sus familiares.

Otro punto a favor, pero en contra de los conglomerados del poder es que, un ciudadano formado no se traga todo, saca sus propias conclusiones, no dejándose manipular, adoptando mayormente la práctica requerida para salud preventiva. De la misma forma, no solo ve como alternativa de vida la marginalidad.

Capacidad de discernir medianamente aceptable, conjuntamente con la educación recibida en hogares, pueden marcar una gran diferencia, originando circunstancias distintas a la presente, incluso mejorando la representación política.

La mediocridad en el ejercicio del poder es sumamente perjudicial para la generalidad.

La ciudad, el departamento y el país, necesitan de ciudadanos pensantes, de mentalidad renovadora y activa en el desarrollo de labores que conduzcan hacia la disminución de la enorme brecha por desigualdades humanas.

La ignorancia se da por  falta de oportunidades concretas, no por una decisión personal.

La educación es fundamento y obligación inherente al Gobierno, pero por sobre todo un derecho del pueblo.

La pobreza y la ignorancia son siameses, y una alimenta a la otra, empujando al que lo padece al dolor, resentimiento, y muertes evitables.

Ya no se puede seguir teniendo a la educación superior como un privilegio.

Las injusticias sociales no podrán ser rotas si no se permite la verdadera inclusión a la educación integral.

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