La corrupción imperante venida de la organización delincuencial del Poder Legislativo, no es el único eslabón del rubro, existiendo subgrupos de marginales con los mismos vicios, pero a escala local.
La indignación ciudadana con todo lo que sucede en la capital del país, y puntualmente proveniente de senadores y diputado, es apropiada, pero no debería solo apuntar hacia el lejano punto cardinal, ya que se juega de local en materia de lo nefasto con dinero ciudadano.
Es así que se tiene el autóctono nido de alimañas denominada Junta Municipal de Ciudad del Este, donde se desoye sistemáticamente obligaciones legales y solo buscan propios intereses.
Los que se niegan a cumplir funciones con base a la propia ley orgánica y al rol pertinente de un edil, para proteger a jefes de la mafia política y protegerse, no son más que mercenarios, tan o más detestables que los promotores del nepotismo.
En la comuna esteña abundan familiares, hurreros, planilleros, amantes y parejas formales de concejales municipales, directores y del mismo jefe comunal, por lo que el mal no está a más de 320 kilómetros de distancia. Ser minucioso observador de pecados ajenos, de por sí no es muy justo, y se acrecienta cuando no se es capaz de ver lo que pasa en la misma comunidad habitada.
La conducta de autoridades que ni siquiera saben fingir representar intereses generales, no es un hecho menos grave y quizás no merezca la atención empachante de medios capitalinos, pero son tan o más reales a los que se viven en Asunción.
Se tiene a propios bichos que juegan de local, a estadio lleno, pero ni siquiera hay silbidos hacia ladrones del dinero del contribuyente. ¿Y las asesorías qué tal? Bien gracias, diría Carlos Portillo.
Cabe recordar que al salirse del interés por transparentar, controlar y ocuparse de todos, se pasa a abandonar una obligación por el que reciben altísimos salarios. Esto es mucho más perjudicial de que un imberbe perciba salario del Estado por hacer nada.
Cada legislador de comunidades del Alto Paraná se debe a su función, no a grupos políticos o intendentes sinvergüenzas y mediocres.
Lo correcto y útil para la mayoría no puede seguir siendo obviado conforme beneficios para los amigos del Intendente.
Ocuparse de la suciedad local será mucho más útil, pues se tiene incidencia directa de lo incorrecto así como de lo beneficioso.
Los concejales deben tener interés sobre cualquier cuestionamiento que surja de la población.
Tampoco es trabajo de un concejal municipal traficar influencias. El delito es igual para todos, no solo para los legisladores nacionales.
La labor de concejales no tiene nada que ver con arrear funcionarios bajo su cupo para hacer ruido a favor de patrones, y así aspirar a mantener privilegios irregulares. Ser efectivos contralores de la ejecución del dinero público y representar las inquietudes ciudadanas, no puede seguir siendo dejado de lado, por lo que la población deberá forzar conductas apropiadas. La indignación selectiva es tan real que hasta se puede leer en tapas de diarios de circulación nacional.
Una Junta con miembros obsecuentes y traficantes de influencia es una farsa con altísimo presupuesto.