Esta incipiente gestión oficial debe trabajar para alterar lo que se acostumbró a vivir en el ámbito de salud pública: escenarios desgarradores e imágenes de necesidades diarias sin el menor grado de preocupación efectiva de autoridades del rubro.
No se puede seguir desplegando lo mismo en los diferentes nosocomios públicos de la región sanitaria, siendo este el desafío primero de nuevos referentes regionales, y lógicamente nacionales.
La falta de insumos, medicamentos y especialistas, no son cosas superadas, y en este mismo instante se da en casi todos los espacios de salud dependientes del Estado.
No se pide soluciones mágicas que de inmediato den plenas respuestas a cuestiones de carencias históricas a quienes aún ni se acomodan, pero sí acciones firmes, que combatan primero el menosprecio hacia los pacientes, las carencias medicinales y profesionales.
El retraso en materia de salud pública y previsional coloca a la población ante desesperos y quejas válidas.
Mendigar por atenciones médicas dignas no tiene nada que ver con estar mejor, siendo esto el día a día de miles de compatriotas que deben esperar horas en largas filas compartidas de necesidades, para en el mejor de los casos alcanzar un turno para consultar, donde lo máximo que aspira es ser diagnosticado de su eventual dolencia, y debiendo nuevamente soportar lo mismo para estudios laboratoriales.
Sin medicamentos apropiados, insumos que no alcanzan ni para lo mínimo, complican al tratante, salvo que sepa hacer milagros.
El seguir desentendiéndose de esta realidad poco modificada, que no solo afecta a un centro asistencial público, si no a la totalidad de zonas del interior, sería copiar la misma mediocridad.
Lanzar unas pocas críticas y luego volver a sentarse en sillas de Direcciones como si nada, sin haber logrado solución alguna, no es precisamente para aplaudir.
Un aspecto que también suma a la preocupación sobre el rubro tan significativo para la gente menos favorecida, es la incapacidad de ciertos referentes de centros asistenciales, incluso para su ámbito profesional.
Toda conducta que no corresponda al pleno respeto de la dignidad humana, o apele a voltear la vista del dolor ajeno, es tan aberrante como denigrante. Sumar a ello que afecta a personas materialmente pobres que imploran asistencia, merece no solo escarmiento, sino ser sacados de puestos inmerecidamente alcanzados. Haber cursado estudios superiores, incrementa responsabilidad hacia el prójimo.
El ver sufrimientos sin que impacte y mueva a hacer algo, dice todo de humanidades y expone el sobrepeso del ego. Conste que hacemos referencia a quienes hicieron juramentos hipocráticos. Sería injusto afirmar que esto es mayoritario, pero sí se dan, en más de una ocasión y para padecimiento ajeno.
Han sido retratados maltratos a personas que buscan al menos un paliativo a sus dolencias, resultando mucho más doloroso que propias enfermedades por el cual se recurre a la medicina, y esto no solo en el sector público, sino también en el Instituto de Previsión Social de Ciudad del Este y otras comunidades cercanas.
Hay muchísimo por mejorar, partiendo desde la misma educación de trabajadores de la salud, pasando por la instrucción y por adecuado control de presencias, atenciones y praxis.