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Se necesita más muestras de propósitos de cambio

Existe coincidencia razonable sobre deseos de renovaciones, es decir, de llegar al cambio. Al menos para la mayor parte de la población esa es la aspiración, existiendo sin dudas un grupúsculo de resentidos y mediocres que no quieren que al piloto le vaya bien a fin de que sigan en su posición de críticos y buenos para nada.

Y en ese menester, se aboga que a los posteriores  100 días superados del gobierno de Santiago Peña, sean plenamente de vientos nuevos y de fe firme que se puede avanzar. Los primeros meses de la administración gubernamental no fueron de las mejores, al contrario, sembraron dudas que generaron la reacción normal de desánimo en la ciudadanía.

Desaciertos, crispación innecesaria y protagonismo excesivos de hombres escombros, han inclinado la balanza hacia lo negativo en estos primeros días de administración.

Siendo optimistas, son desaciertos subsanables si existe voluntad y capacidad de reconocer errores. Si primara lo general por sobre lo particular.

Lo que sí sigue latente es una mínima esperanza de toda una nación en lograr el tan anhelado cambio de rumbo en el país. La esperanza sigue, por lo que defraudarla será atentar no solo contra discursos electorales, sino contra todo un pueblo afectado por la falta de seguridad, salud, educación y trabajo.

Evaluaciones subjetivas de mejorías no son suficientes como para apartar la realidad o intentar tapar el sol con el dedo. Es necesario una reevaluación de lo actuado y de lo nombrado, pues las mismas prácticas de ineficientes al frente de instituciones, así como nombramientos políticos, siguen gozando de bastante, pero bastante salud.

El mejor aprendizaje se logra con el reconocimiento de los errores para no repetirlos, por lo que Peña deberá tenerlos como guías para emprender el camino hacía el Paraguay donde todos estén bien.

A partir de los 100 días, no sirven excusas, o al menos no tendría que haber más pretextos como para demostrar el pulso y el fin verdadero de quienes gobiernan.

De igual manera, terminar con las politiquerías baratas de luchas intestinas por congraciarse con jefes partidarios, por parte de quienes se creen tener el derecho de exigir cupos o zoquetes, así como evitar cortinas de humo para desviar atenciones hacia temas de suma importancia para la vida del país, también serán de mucha ayuda a la hora de caminar rumbo a realidades mejores.

La mayoría de los problemas creados por el mismo titular del Ejecutivo y entorno, se enmarcan dentro de caprichos personales y falta de capacidad. Estos dos factores deben ser reparados con urgencia. Los paraguayos y paraguayas apostaron por el cambio, por un país con autoridades diferentes, honestas, serias y trabajadoras.

No se puede desprender la responsabilidad de gobernantes en congeniar estrategias, proyectos y planes, para proporcionar mejores condiciones de vida que merecen los paraguayos honestos y trabajadores. El país es de todos, no de un sector político.

Las necesidades son perentorias, por lo que esperar otros cien días de evaluaciones solo hará incrementarlos. Tomar medidas inmediatas para hacerlos frente, es desde ya la obligación del Estado. Menos incertidumbre y más acciones conducentes serán el estímulo para seguir creyendo en este Gobierno desprestigiado por méritos propios.

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